Sobre IA, apoliticismo y otros “ismos”

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Este año, como casi cada año, he pasado las navidades en un pueblecito de Los Monegros, de donde salieron mis padres hace casi cuarenta años y donde sigue viviendo gran parte de mi familia. Como casi cada año, los días de fiesta han transcurrido entre suculentas comilonas, sobremesas que se prolongan hasta la hora de la cena e incursiones al salón del pueblo, donde torpes intentos de bailar al compás pasodoblero de la orquesta se solapan con risas y conversaciones con los amigos, con la familia, con la gente de siempre. Digo de siempre porque, o me vieron crecer o crecimos juntos. Crecimos recorriendo las calles en bicicleta e inventando canciones a las sombras de los árboles.  Y aunque nos vemos ahora mucho menos de lo que nos veíamos antes, seguimos conservando la complicidad de los que han recorrido tanto camino juntos.

 

Las comilonas, las sobremesas y las veladas de estos días han dado para hablar de muchas cosas, incluyendo, cómo no, a Izquierda Anticapitalista (IA) y nuestra reciente decisión de presentarnos a las elecciones europeas de junio. Ilusionada, he compartido con mi gente los avances de la organización durante las últimas semanas y el proyecto político que está tomando forma. Si bien es cierto que de estas conversaciones se han derivado intercambios ricos, interesantes, e incluso divertidos, la tónica general de las respuestas que he recibido ha sido una mezcla de apoyo y simpatía hacia las propuestas de IA con unas poco menos que unánimes muestras de desconfianza e incluso indiferencia hacia la política. Mientras que algunos, de manera muy razonable, necesitarían leer el programa de IA antes de comprometerse a votarnos, otros han respondido de manera sorprendentemente (para mí) orgullosa que a ellos “la política no les va” y han mostrado su escepticismo ante lo que seguramente será, según ellos, otro intento de unos cuantos de vivir del cuento a base de presentar consignas aparentemente distintas pero que en el fondo son más de lo mismo. Una tercera reacción ha sido, muy a mi pesar, una burla socarrona de los que, independientemente de que se identifiquen como de derechas o “de izquierdas”, ven el intento de impulsar un proyecto político genuinamente revolucionario como resultado del afán de cuatro soñadores de seguir anclados en el pasado y de nuestra incapacidad de hacer las paces con nuestro tiempo. El Muro, según ellos, hace ya tiempo que cayó, y la historia acabó sepultada bajo su peso.

 

El primer argumento, “la política no me va” o “paso de política” es el que me sorprende más. A mi generación nos ha tocado vivir unos tiempos en los que ser apolítico parece estar de moda y percibir nuestras vidas como exentas de componentes políticos es más la norma que la excepción. La clase política “de izquierdas” des de la Transición ha contribuido indudablemente a esta tendencia rindiéndose antes las fuerzas económicas hegemónicas y camuflando su rendición bajo políticas superficiales y una descarada incoherencia entre sus slogans y su praxis.

 

No es menos cierto, sin embargo, que, independientemente de lo perdida que ande la izquierda en los últimos años, la (im)postura del apoliticismo es, sin más, una falacia. Es por eso que me cuesta entender que existan tantas personas para quiénes sea tan fácil situar sus existencias cotidianas fuera o más allá de la política. Dijo Deutscher que los asuntos públicos son la más humana de nuestras preocupaciones y la política es una actividad humana por excelencia. En un contexto y con un sentido algo distinto, el movimiento feminista se construyó desde la década de los sesenta bajo el principio de que “lo privado es público”.  La política no es algo que puedas evitar según tu estado de ánimo o forma de ver el mundo ni que puedas aislar de tu vida cotidiana. La política simplemente está ahí: ofreciendo diferentes interpretaciones sobre el funcionamiento del mundo y, a partir de éstas, dirigiéndolo o intentando cambiarlo. No importa que la encontremos aburrida. No se esfuma cuando se acaba el Telediario y apagamos el televisor. Ella sigue ahí. Marcando el ritmo y contorneando cada rincón de nuestras vidas.

 

Los Monegros y los monegrinos, por supuesto, no son una excepción. Desde que tengo uso de razón he visto como la gente joven ha tenido que emigrar a la ciudad porque les resultaba imposible encontrar trabajo en el medio rural y he presenciado cómo esto afectaba su estrategia de subsistencia y su vida familiar; he visto como cada vez más agricultores han tenido que dejar el campo porque ya no les daba para subsistir y les ha sido prácticamente imposible recolocarse en otros sectores; he visto luchas locales entre distintos grupos en torno a la concentración parcelaria para introducir el sistema de irrigación en una región tan seca. Y la cosa no acaba ahí. Ha habido años en los que la gente del pueblo ha vivido con la incertidumbre de si la escuela abriría aquel curso escolar ante la falta de niños; cualquier habitante monegrino tiene que conducir 80 kilómetros para llegar al hospital más cercano y los servicios sociales de todo tipo en la región son claramente insuficientes… Y no entro a valorar que la única solución que se ha ofrecido ante la situación de falta de oportunidades económicas ha sido la reciente propuesta por parte del Gobierno de Aragón de instalar en la comarca el complejo de ocio Gran Scala, porque eso daría para otra entrada entera. A lo que voy es que cada una de las dificultades sociales que yo he presenciado en Los Monegros durante toda mi vida ha sido fruto de (in)decisiones políticas y todas han tenido efectos concretos en el día a día de las personas que se declaran apolíticas (y de las que no lo hacen). Declararse apolítico significa decidir ignorar que existe una lógica concreta, aunque compleja, rigiendo nuestra existencia. Renunciar a entender esa lógica (e intentar tener un impacto sobre ella) significa abandonar nuestros destinos o bien al azar o bien al criterio de personas de las que no sabemos nada y que han demostrado ampliamente que no se puede confiar en ellas para que contribuyan a la mejora de nuestra existencia. Dicho esto, a mi parecer, declararse apolítico no sólo es una falacia sino sobre todo una irresponsabilidad.

 

Otra crítica que he recibido respecto al proyecto de IA ha sido que el “comunismo está pasado de moda” y que a ver si nos ponemos un poco al día. Es perfectamente respetable que cualquier persona considere un proyecto político o una visión de la organización de la sociedad como anticuado. Personalmente, con la que está cayendo y con todo lo que aún queda por caer, yo pienso que los análisis y la praxis socialistas son más relevantes que nunca. No pretendo, sin embargo, imponer la vigencia del socialismo sobre ninguna persona que tenga una opinión distinta a la mía. El problema, y lo digo con todo el respeto, es que las mofas a Marx o a la Internacional, y todo lo que ellos representan, no son fruto de una posición fundamentada y basada en la reflexión sino más bien resultado de cómo se ha vendido el socialismo desde sus inicios y especialmente desde la caída de la Unión Soviética. Respecto a eso, me gustaría puntualizar dos cosas.

 

La primera es que para muchos que nos identificamos como marxistas o socialistas, la Unión Soviética no representó durante la mayoría de su existencia ni mucho menos el tipo de sociedad que nosotros queremos construir. A pesar de sus impresionantes éxitos iniciales, el progresivo y letal recorte de libertades, así como su deformación burocrática y su corrupción, la alejaron enormemente de la visión que auténticos revolucionarios como Lenin o Trotsky tuvieron en su día. El modelo soviético es relevante ya que ha sido el que la élite capitalista y sus medios de comunicación han utilizado para desprestigiar al socialismo y todo lo que éste representa. Una sociedad socialista va más allá de la propiedad estatal de los medios de producción. Debe estar caracterizada, ante todo, por la erradicación de todo tipo de explotación y opresión y debe garantizar la igualdad de derechos de las mujeres y las minorías sociales, la libertad de expresión y actividad, así como el derecho de autodeterminación de los pueblos. A pesar de que podemos discutir sobre cómo se llega a esta situación, no entiendo qué parte de los puntos que acabo de enumerar no sigue vigente o no es deseable para cualquier persona que se declare creyente y defensora de la justicia y la igualdad social.

 

La segunda cosa que me gustaría puntualizar sobre la (falta de) vigencia del socialismo es que el discurso que ha caracterizado a éste como perteneciente al pasado tiene la función ideológica de presentar al sistema actual, el capitalismo en su versión más neoliberal, como inevitable y como la única forma posible de organizar nuestra sociedad. No es más que el famoso TINA (There Is No Alternative) de Margaret Thatcher. Esto, además de falso, es peligroso en el sentido de que hace aparecer cualquier resistencia anticapitalista como inútil y absurda y nos obliga a complacernos en la idea de que vivimos en el mejor (y único) de los mundos posibles. El discurso de la inevitabilidad del capitalismo atrofia nuestra imaginación y nuestra capacidad de pensar y soñar fuera de los parámetros “de lo posible” y “lo realista” y nos obliga a conformarnos con la idea del mal menor. En ese sentido, IA ha dado un paso valiente al atreverse a poner sobre la mesa del debate y la actividad política la constatación de que el capitalismo, independientemente de la gran cantidad de riqueza que ha creado, se basa y expande mediante el aumento de las desigualdades sociales y se auto-alimenta a partir de su destrucción masiva del planeta. El proyecto de IA es un rechazo a la muerte de nuestra capacidad de imaginar y al desprestigio de la convicción de que no sólo otro mundo es posible sino que también es profunda y urgentemente necesario.

 

La tercera crítica negativa a la candidatura de IA ha sido la que la caracteriza como otro intento de unos cuantos de vivir del cuento a base de presentar consignas aparentemente distintas pero que en el fondo son más de lo mismo. A esto sólo puedo responder con la petición de un acto de fe, ya que no pienso en absoluto que sea cierto, pero aún nos queda mucho trabajo por delante para demostrarlo. No culpo a nadie por su desconfianza ante los (des)propósitos de los políticos profesionales, ya que éstos se han ganado esta desconfianza a pulso. Pero IA está compuesto por cientos de personas honestas, luchadoras y coherentes cuyo objetivo no es ni enriquecerse con la política ni reproducir las  traiciones que la “izquierda” ha cometido en el pasado. Estamos aquí para dar guerra y lo haremos con valentía e integridad. Dicho esto, sólo puedo pedir a l@s escéptic@s que nos den un voto de confianza y asegurarles que no les fallaremos. Esto es sólo el principio.

 

9 comments

  1. Yo siempre soy escéptico con este tipo de iniciativas, pero no por ello me paralizo. Veo buena voluntad en IA y una base que no va a dejar que a nadie se le suba a la cabeza ocupar un determinado puesto o tener una determinada responsabilidad, así como deesviarse de los principios que una tras otra vez las diferentes organizaciones de izquierdas acaban aparcando en aras de mantener su estatus o su posición.

    Su texto me ha gustado mucho, porque me he visto reflejado en la mayoría de las reflexiones. La idea de IA me gusta, y ahora un poco más.

  2. Querido agnóstico apático,
    Me alegro de que el texto le haya gustado, pero sobre todo me alegra oir su opinión sobre el proyecto de IA. Ya sabe dónde estamos… Nos vemos por aquí y en las luchas!

  3. Por cierto, una cosa: ¿cómo hay que hacer para firmar y conseguir esos 15000 garabatos que hacen falta para presentaros a las elecciones europeas?. He ledído por ahí (en la Haine, donde no se os trata con mucho cariño) que no llegáis al millar actualmente.

    Saludos.

    1. Hola aa,
      Ya que mencionaste hace un par de semanas en un comentario una noticia aparecida en La Haine, he encontrado interesante pasar por aquí una reflexión que hace un compañero de IA sobre la cobertura que ha realizado este medio sobre la candidatura y sobre IA y otras organizaciones afines. Te dejo el link.

      http://www.espacioalternativo.org/node/3497

      Salut!
      S.

  4. El proceso de recogida de firmas para presentar la candidatura ha empezado hace sólo unas semanas. Si me dices dónde te encuentras te puedo informar sobre cómo ponerte en contacto con nosotr@s. L@s militantes de IA estamos a pie de cañón con este tema y también se están creando comités de apoyo para la recogida en aquellas ciudades donde no tenemos una presencia importante.

    El autor del artículo en la Haine confunde las adhesiones al manifiesto con las firmas necesarias para presentar la candidatura, y eso, entre otras cosas, le lleva a hacer afirmaciones poco rigurosas.

    Saludos anticapitalistas!
    Sandra

  5. Como estoy suscrito a la web de espacio alternativo me había llegado la noticia. Sería interesante conocer qué razones mueven a este medio para desinformar de esa manera con respecto a IA.

    Gracias Sandra, un saludo.

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