Clara Serrano. Se ha ido Moro, compañero de militancia, maestro y ser querido. Era una de las personas que más admiración me han despertado en mi vida. Moro infundía respeto, pero desde el lugar tan poco frecuentado de la humildad. Nunca daba lecciones a nadie, y sin embargo, cuánto hemos aprendido tod@s de él. Era una especie de punto medio entre la firmeza y la ternura. Recuerdo la alegría que daba encontrárselo en alguna asamblea o por Lavapiés, porque seguía vivo. A pesar de que la enfermedad iba avanzando, su inolvidable voz siempre se mantuvo viva y firme, igual que sus ideas.Daba igual cuando hablara, en qué contexto, y ante quién. Siempre lo hacía desprendiendo claridad, gracias a su esfuerzo por hacerse entender. Jamás hablaba para demostrar lo que sabía, sino que hablaba para los demás. Era generoso, incondicionalmente generoso. Recuerdo una frase que dijo una vez, y que se me quedó grabada para siempre: l@s revolucionari@s no podemos mostrarnos ante la gente como una especie de superhéroes morales, como personas ejemplares que se encuentran por encima del resto, porque no lo estamos. Debemos mostrarnos como somos, como gente normal y humilde pero comprometida con la transformación del mundo para hacer que sea un lugar más justo. Así veía yo a Moro, como un tío normal, pero con una luz especial, admirable por su compromiso político y militante. Es una suerte para el mundo que existan personas como él, y una suerte infinita haberlo conocido. Me gustaría dedicarle esta canción de Nina Simone que lleva todo el día sonando en mi cabeza. Una vez le oí decir que era su canción preferida, y desde entonces, muchas veces cuando la escucho me viene su recuerdo. Que siga siendo así. Te debemos mucho, Moro. Gracias y besos.