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Carta abierta de una feminista a los hombres de buena fe

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Sandra Ezquerra|Público Hace un tiempo ya que desde la izquierda venimos reivindicando la importancia de batallar las  palabras y los conceptos, particularmente aquéllos que la derecha se ha apropiado  vaciándolos de contenido o bien malversándolos de forma sibilina hasta el punto de hacernos renunciar a ellos. Algunos ejemplos de los primeros serían el término “sostenibilidad” o “gobernanza” y del segundo mi favorito: la “vida” y su férrea defensa. Hace unos meses escribí sobre la necesidad de reivindicar, ante las intenciones del gobierno del Partido Popular de reabrir el debate sobre el aborto, la denominación de “pro-vida” desde el feminismo, y exponía una serie de razones por las que las feministas y personas defensoras de la libertad de elección de las mujeres preciamos en realidad la vida de manera más consistente, constante, leal y genuina que el ministro Gallardón y sus compadres anti-elección. Hoy vuelvo a reivindicar palabras secuestradas y empiezo esta carta apelando a la buena Fe (que no fe de la buena) de todos aquellos hombres que creen en el derecho de las mujeres a decidir sobre todos los aspectos que conciernen a nuestro cuerpo y consideran la interrupción voluntaria del embarazo como un asunto de libertades y no de código penal.

Estimados hombres de buena fe,

Espero, antes que nada, que el apelativo utilizado en esta carta no les ofenda ni confunda. Entiendo por hombres de buena fe a todos aquéllos que quieren, y creen que es posible, hacer del mundo un lugar mejor. Ello pasa por, entre muchas otras cosas, garantizar la igualdad efectiva de derechos entre hombres y mujeres. También pasa por evitar que las mujeres, así como nuestros cuerpos, nuestros sueños y nuestras vidas, continúen siendo escudriñados tanto por aquellos que no ven problema alguno en tocarnos el culo al cruzarse con nosotras por la calle como por los que  intentan teledirigir nuestro útero desde un púlpito o una tribuna.

Tras haberlo sopesado cuidadosamente, me pongo en contacto con ustedes para compartir mi honda preocupación por el anteproyecto de ley del aborto cuyo contenido el ministro de justicia hizo público el 20 de diciembre y el cual, de salir adelante, conllevaría uno de los mayores retrocesos que las mujeres hemos vivido en nuestros derechos y en nuestra dignidad desde la mal llamada Transición. No dudo que estarán al corriente, como tampoco dudo que entenderán mi profundo desasosiego, pero les escribo estas líneas para plantearles la cuestión no como algo que ataña exclusivamente a las mujeres sino como algo que resulta de enorme importancia para cualquier sociedad que guste llamarse libre o democrática.

No entraré en exponer ni analizar el anteproyecto, cuyo preocupante contenido estoy segura que de sobras conocen. Si que querría, no obstante, hablarles del importante papel que a mi parecer pueden (y deben) tener para detenerlo. Es esta carta, pues, un reclamo de complicidad y de apoyo.

Ustedes y yo sabemos que ni el derecho de las mujeres a decidir sobre nuestro cuerpo ni otras reivindicaciones feministas han gozado hasta el momento de un lugar central en las preocupaciones de los hombres de buena fe. Las protestas del último año contra la reforma anunciada por el Partido Popular no sólo han contado con pocos de ustedes entre sus filas sino que tampoco han figurado en los listones más altos de las prioridades políticas de organizaciones ni movimientos. La izquierda, y particularmente sus hombres, no han sabido o querido hacer suya la batalla por el derecho a decidir de las mujeres, y se han limitado en la mayoría de los casos a acompañarla desde la distancia y la distracción. En aras de la justicia reconozco que en los últimos años no nos han faltado precisamente razones para salir a la calle y ello puede haber contribuido a una cierta fragmentación de los mensajes, pero para ser justos también cabría no olvidar que antes de que estallara esta crisis el panorama no era mucho mejor. Sin embargo, no me propongo con estas líneas realizar reproches estériles o culpabilizaciones fútiles.

Lo que pretendo decirles es que todavía estamos, están, a tiempo. Nunca es tarde si la fe es buena. Y es por ello que les hago llegar dos peticiones. En primer lugar, les suplico, les pido, les exijo, que se tomen la reaccionaria reforma del Partido Popular muy en serio y que actúen en consecuencia. Con lo que hay en juego en estos momentos, no debería haber desayuno compartido, manifestación convocada, movilización organizada, huelga general mencionada e incluso moción de censura susurrada que no se encuentre estrechamente vinculada con la embestida que los derechos de las mujeres están recibiendo en estos momentos en el Estado español. De la misma manera que el racismo no será erradicado hasta que las y los blancos estemos dispuestos a dar un contundente paso adelante, de la misma manera que la ley de extranjería no será suprimida hasta que la población autóctona se posicione al lado de las y los inmigrantes que sufren su maltrato y violencia institucional, las mujeres necesitamos que los hombres hagan suya nuestra lucha: por compañeras, por hermanas, por amigas, pero sobre todo por sentido común y coherencia.

Mi segunda petición quizás resulte algo más osada. Como saben el señor Gallardón se vanagloria de estar a punto de retirar a las mujeres como sujeto punible de la criminalización del aborto y, a cambio, cualquier otra persona implicada directa o indirectamente en su realización se verá castigada. Hace unos años, miles de mujeres en todo el Estado español se autoinculparon de haber realizado un aborto y un número de hombres las secundaron aduciendo que habían apoyado a alguna a hacerlo. El objetivo entonces fue mostrar rechazo hacia los ataques de la extrema derecha sobre mujeres y profesionales de la salud, así como visibilizar la vulnerabilidad a la que nos condenaba la legislación del 85.

Como parece ser que con el actual anteproyecto las mujeres nos convertiríamos en pobres víctimas inconscientes ante las maldades de las clínicas abortistas y allegados, quizás no tendría mucho sentido que en estos momentos realizáramos la misma campaña. Sin embargo, se me ha ocurrido una idea, y aquí es donde entran ustedes: a pesar de que el señor ministro no ha explicitado aún quién compondrá el círculo de los punibles, imagino que éste podría incluir a novios, maridos, hermanos, primos, amigos, vecinos, celadores, enfermeros, médicos, taxistas, ambulancieros, padres, abuelos, hijos, suegros y un larguísimo etcétera. ¿No sería entonces impresionante que, en respuesta, todos los hombres de buena fe realizaran una masiva campaña de autoinculpación y desobediencia para dejarle bien claro a los señores Gallardón y Rajoy que su (contra)reforma es absolutamente inaceptable? ¿Para que el señor Rouco aprenda de una vez por todas que con los derechos de las mujeres no se juega? Nosotras ya estamos librando la batalla pero será mucho más fácil ganarla si no la libramos solas.

Me emociono al imaginar los titulares: “decenas de juzgados en todo el Estado español colapsados por miles de autoinculpaciones de hombres partícipes en abortos”; “Huelga ciudadana convocada para paralizar la reforma del aborto de Gallardón”, “los sindicatos declaran paro indefinido hasta que Gallardón retire su anteproyecto contra las mujeres y dimita”, “el feminismo no está solo”, “el feminismo se extiende”, “los hombres de este país se niegan a que el gobierno controle el cuerpo de las mujeres”, “los movimientos sociales rodean el congreso para paralizar la nueva norma del aborto”.

Con esto les dejo. Deseándoles un buen año que justo empieza, esperando que mi atrevimiento no les haya importunado y rogándoles que consideren detenidamente lo que les planteo. No les habría molestado si no lo considerara realmente importante. Piénsenlo, por favor, y a ver si uniéndonos no sólo les arrebatamos el monopolio de las palabras sino, de paso, empezamos a repensar cómo trabajamos juntos para echarlos a ellos, finalmente y de verdad.

De verdad de la buena. Esta vez sí.

Artículo aparecido en Público.es el 8/1/2014

Traducció al català aquí

Gallardón no sabe con quién se mete. Esta ley la vamos a parar

20131220_204620Sandra Ezquerra | El pasado 20 de diciembre el gobierno español del Partido Popular presentó el anteproyecto de la “Ley Orgánica para la protección de la vida del concebido y de los derechos de la mujer embarazada”. Como ha venido denunciando el movimiento feminista y amplios espectros de la izquierda desde entonces, en caso de aprobarse, la nueva ley significaría el retroceso más importante en materia de derechos sexuales y reproductivos en el Estado español desde la dictadura franquista.

La más retrógrada de tres reformas en 30 años

Sería también el tercer cambio en la legislación del aborto que se realiza en los últimos treinta años. El primero se dio con la ley del 1985, aprobada durante el gobierno del PSOE tras su paso por el Tribunal Constitucional, la cual mantenía la interrupción voluntaria del embarazo en el Código Penal y sólo la permitía en caso que se dieran tres supuestos y con unos plazos determinados: violación hasta las 12 semanas, malformaciones del feto hasta las 22 semanas y riesgos para la salud física y psíquica de la mujer sin límite de tiempo. A pesar de que esta ley supuso una mejora respecto a la penalización absoluta anterior, el movimiento feminista en el Estado español ha continuado reivindicando desde entonces el aborto libre y gratuito. Es decir, su despenalización total y su realización vía el sistema de la sanidad pública sin ningún tipo de coacción ni impedimento. 25 años tardó el PSOE en escuchar estas demandas y sólo las escuchó a medias. Mal y tarde, en 2010 se aprobaba una nueva ley que establecía un plazo de 14 semanas durante el que las mujeres podían interrumpir un embarazo sin aducir supuesto alguno. En caso de malformaciones fetales o de peligro para la salud de la mujer, ésta podía obtener autorización para interrumpir el embarazo hasta la semana número 22. Además de mantener el aborto en el Código Penal, el PSOE no osó contrariar a la derecha española en lo que respecta a la regulación de la objeción de conciencia de los profesionales de la sanidad pública, impidió que las mujeres menores de 18 años pudieran acceder a una interrupción sin el conocimiento de sus padres e, impuso, entre otros obstáculos, un período de reflexión de tres días entre el momento en que la mujer accedía a un médico y la realización del aborto. Acto seguido el Partido Popular recurrió la ley ante el Tribunal Constitucional, donde todavía se encuentra.

Tras su llegada al poder en el año 2011, así como la investidura de Alberto Ruiz Gallardón como Ministro de Justicia, el Partido Popular aseguró que volvería a cambiar la ley durante la primera mitad de su legislatura. Desde entonces han sido numerosas las declaraciones Gallardón en las que aseguraba que la “maternidad era lo que hacía a las mujeres verdaderamente mujeres” (sic) y prometía acabar con la ley anti-vida del PSOE. Han sido dos años plagados de rumores y de opacidad en lo que concierne a esta ley. Durante este tiempo el gobierno ha lanzado varios globos sonda en los que insinuaba que se proponía volver a la legislación del 85 pero eliminando el supuesto de malformación. Lo hacía aduciendo la no discriminación entre fetos de primera y de segunda y reclamando que la presencia de diversidad funcional no es motivo legítimo para impedir que un ser humano nazca. Mientras tanto, por supuesto, recortaba sin cesar todo tipo de ayudas y servicios sociales, incluyendo le recién nacida ley de dependencia y otras prestaciones a la autonomía restringida. Durante este tiempo desde el feminismo nos hemos temido lo peor. Y, a pesar de ello, de nuevo la realidad ha superado nuestras peores pesadillas.

Según la información que el gobierno ha hecho pública hasta el momento, la nueva ley eliminaría las 14 semanas de “aborto libre” y sólo permitiría la interrupción voluntaria del embarazo en dos casos: cuando la mujer haya sido violada, sólo durante las primeras 12 semanas y siempre y cuando haya presentado denuncia previa. Aunque aún está por ver cómo quedaría finalmente el texto, se deberá demostrar también que tener un hijo o hija fruto de la violación crearía peligros para la salud física o psíquica de la mujer. Se pone de este modo la carga de la prueba sobre la mujer, quién no sólo tiene que “hacer lo correcto y acudir a la policía” sino además demostrar el perjuicio que un parto fruto de una violación le produciría. El segundo supuesto es el de riesgo de la salud física o psicológica de la mujer, en cuyo caso se podría acceder a la interrupción voluntaria del embarazo hasta las 22 semanas. Desaparece, de esta manera, el supuesto de malformación fetal, el cual solo podría ser aducido en caso que las anomalías fueran incompatibles con la vida y sólo si esa “presión insoportable”, tal y como la define Gallardón, fuera inasumible psíquicamente por la mujer. En caso de que la malformación fuera descubierta tras el período de 22 semanas se debería realizar un parto inducido. Estas cuestiones, además, deberán ser constatadas por dos especialistas distintos: uno que diagnostique la malformación del feto y otro que analice psicológicamente los daños que puede sufrir la mujer embarazada. Los dos profesionales, a su vez, no podrán trabajar en el mismo centro donde se realice la interrupción del embarazo.

Por otro lado, en cualquiera de los dos supuestos permitidos la mujer deberá someterse al proceso de “consentimiento informado, libre y válidamente emitido”. Ello incluye la participación de los padres en la decisión de las menores de edad, así como un período de reflexión que pasa de ser de  tres a siete días tras haber sido informada sobre “sus derechos, ayudas, opciones asistenciales, información clínica y alternativas al aborto”.

El anteproyecto, de esta manera, restringe el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo más aún que la antigua normativa de 1985. No sólo elimina el supuesto de malformación fetal sino que impone múltiples obstáculos para poder acceder al de riesgo para la salud de la mujer. Abre la puerta a la objeción de conciencia de cualquier profesional que deba participar en la intervención sin regularla ni limitarla y, por supuesto, inaugura la veda para que el aborto clandestino o los viajes a países donde pueda ser realizado de manera legal vuelvan a estar a la orden del día.

Oposición masiva al anteproyecto de ley

Las voces aparecidas contra esta propuesta de ley son muy numerosas y van desde el movimiento feminista hasta los y las profesionales de la salud y múltiples sectores de la izquierda. De hecho, las disonancias han empezado a sonar incluso dentro del Partido Popular. La reforma propuesta constituye sin duda uno de los ataques más graves, si no el más grave, a los derechos de las mujeres desde la dictadura franquista, sin ser fruto además de ningún consenso ni demanda social. El PP cumple de este modo sus peores amenazas contentando de paso a los sectores más conservadores y recalcitrantes de la Iglesia Católica española.

Es imposible predecir hasta qué punto Gallardón acelerará la aprobación de la ley o buscará apoyos. Por un lado, el PP tiene mayoría absoluta en el congreso y eso le permitiría imponerla como lo ha hecho con otras múltiples (contra)reformas y recortes de derechos. Por el otro, desde que se hizo público su contenido, la ley ha recibido enormes y numerosas críticas y cada vez está más claro que carece de apoyo más allá del ala más dura del Partido Popular. Habrá que ver hasta qué punto el sector más liberal es capaz de mojarse y romper la disciplina interna o se contenta con ser “minoría silenciosa” o también hasta qué punto el propio gobierno se mantiene firme ante las críticas que le siguen lloviendo desde todos los rincones del Estado e incluso a escala internacional. Habrá que ver también cuánto tardan los trámites parlamentarios para su aprobación y hasta qué punto el Partido Popular se quiere ver relacionado con esta ley en plena campaña electoral para las elecciones europeas en mayo.

Esta ley hay que pararla

A pesar del oportunismo con el que el PSOE está criticando la reforma, es indudable que nos encontramos en un momento en que resulta imprescindible construir un movimiento amplio que le oponga su rechazo absoluto y que tenga como objetivo irrenunciable paralizarla. El conjunto de la izquierda debería poner de una vez por todas esta cuestión en el centro de su agenda política y los movimiento sociales deberían dar todo su apoyo al feminismo y responder a sus llamadas de complicidad y solidaridad. Estoy absolutamente segura que si conseguimos unir fuerzas podemos poner al gobierno en jaque. Podemos y debemos hacerlo.

Eso no significa que debamos estar de acuerdo en todo. De todos los cambios que introduce la reforma, el que más titulares ha ocupado en las últimas semanas ha sido el de la eliminación del supuesto por malformación. En este sentido, aunque no dudo en ningún momento que supone un terrible acto de crueldad e hipocresía por parte de un gobierno que excluye y condena al olvido a los sectores más frágiles de nuestra sociedad, cada vez tengo más dudas sobre si éste ha de ser el punto de mira del feminismo radical y anticapitalista. ¿Hasta qué punto ser obligada a tener un hijo con graves malformaciones es peor que ser obligada a tenerlo por cualquier otro motivo? Si una mujer considera que su situación personal, económica o cualquier otra le impide (querer) ser una (buena)  madre, ¿hasta qué punto es legítimo obligarla entonces? ¿Hasta qué punto es más cruel eliminar el supuesto por malformaciones que impedir que las mujeres lesbianas y madres solas puedan acceder a la reproducción asistida como legisló el Partido Popular el verano pasado? ¿Hasta qué punto hay momentos en que es menos malo tutelar, controlar y criminalizar nuestros cuerpos y otros en que es peor?

Quiero pensar, y pienso, que muchas de las cosas que el Estado (o la Iglesia) intentan regular a golpe de prohibición en realidad se regulan solas, mediante el sentido común. Insisten en los supuestos para evitar que las mujeres aborten a su antojo. Pero en realidad  lo que pretenden es seguir teledirigiendo nuestros cuerpos y voluntades desde púlpitos, hospitales y tarimas a base de leyendas urbanas. Sin embargo, ¿quién aborta por capricho? ¿Realmente alguien conoce a alguna mujer que lo haya hecho? Insisten también en poner plazos para evitar los abortos en el octavo mes. Pero lo cierto es que muy pocas mujeres abortan en estados avanzados del embarazo y, desde mi absoluta confianza en la inteligencia humana, estoy segura que las pocas que lo hacen lo deben hacer por una buena razón. La mayoría de ellas abortan pocas semanas después de quedarse embarazadas y no me corresponde ni a mí, ni a un juez, ni a un cura, ni a un médico ni a un político, confirmar que su motivo,  momento o estado mental sean los indicados. Lo que nos corresponde a todos y a todos es deshacernos de los silencios, mentiras, hipocresías, tabúes y dobles morales que tanto tiempo llevan cerniéndose sobre la sexualidad en nuestro país y conseguir que nuestras y nuestros jóvenes tengan acceso a una educación, información y cultura sexual y reproductiva que garanticen que sus decisiones sean saludables, responsables, basadas en el conocimiento y respetuosas. Trabajemos para eso y para que no tengan que plantearse nunca qué les haría, en caso de tener que dar marcha atrás, el PSOE, Rouco Varela o Gallardón.

Gallardón no sabe con quién se ha metido. Esta ley la vamos a parar.

Traducción al catalán aquí y al inglés aquí

El feminismo a la ofensiva: pentálogo provida

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Sandra Ezquerra | Público  El debate político y mediático de las últimas décadas en torno al aborto ha ido acompañado de una creciente apropiación monopólica de la defensa de la vida por parte de la derecha y una interesada contraposición de ésta a la reivindicación del feminismo del derecho a decidir. Si bien las feministas nos hemos defendido de la sibilina acusación de egoístas y/o infanticidas por parte de la maquinaria católica y sus profanos fieles, cabe reconocer que nuestros intentos de cuestionar la defensa de la vida como quehacer exclusivo de la derecha han dado hasta el momento escasos frutos: por muy antielección que sean, los antielección son por todo el mundo conocidos como provida y, por muy provida que sea, el feminismo sigue siendo identificado como proaborto.

Sin embargo, además de calculadamente polarizante, esta lógica es falsa. El feminismo defiende la vida. Siempre lo ha hecho. Y es por ello que en un momento en que los galanes de la moral tradicional salen de sus madrigueras para cargar de nuevo contra el derecho a decidir y la libertad; en un contexto donde recortes y cavernas se conjuran para resucitar la moda de la mujer sumisa y abnegada, resulta más estratégico que nunca reivindicar el feminismo como profundamente provida y desencorsetarse del armazón semántico que se nos ha impuesto desde fuera. Un pentálogo del feminismo provida no sólo refuerza la reivindicación de la libertad y la autonomía femenina como elementos claves de la lucha de las mujeres, sino que además, en un momento en que la derecha vuelve a embestir contra las mujeres criminalizándonos y despojándonos de derechos, propone y argumenta nuestra reapropiación de la vida como principio y camino emancipador. He aquí una primera propuesta:

1. El feminismo defiende el derecho de las mujeres a interrumpir su embarazo de manera segura. Tal y como advierte la Organización Mundial de la Salud, la penalización del aborto sólo provoca más mortalidad materna y, en estos momentos, 47.000 mujeres mueren cada año en el mundo por interrumpir su embarazo de forma clandestina y el 13% de las muertes maternas se deben a un aborto inseguro, la mayoría en países con legislaciones restrictivas al respecto. El número de interrupciones voluntarias del embarazo no disminuye cuando se endurecen las leyes, pero los abortos inseguros sí aumentan. Es en memoria de todas las mujeres que al intentar ejercer su derecho a no tener un hijo se han encontrado en situaciones insalubres, han sufrido riesgo de muerte o han fallecido por lo que el feminismo es provida.

2. El término aborto inseguro y clandestino, según la ONU, no sólo se refiere a riesgos para la salud o la vida de la mujer, sino también a la negación a las mujeres del derecho a la información, a la vida y a la libertad. El aborto, de este modo, no sólo constituye un problema de salud sino también, y sobre todo, de derechos humanos, sociales y económicos. Las múltiples trabas que dificultan a las mujeres acceder de manera libre y equitativa a una interrupción voluntaria del embarazo -como un nivel adquisitivo que nos permita viajar y/o costearnos una clínica discretamente privada, nuestra edad, lugar de residencia, país de origen o situación administrativa- no son sólo manifiestamente hipócritas, sino que además resultan discriminatorias. Si bien todas estas barreras siguen existiendo en la legislación actual en el Estado español, se verán agravadas si el Partido Popular cumple su amenaza de reformarla. Es en su empeño por eliminarlas por lo que el feminismo es provida.

3. Los principales factores que relacionan disminución de embarazos no deseados y abortos entre las mujeres jóvenes son el aumento del uso de anticonceptivos, un mayor acceso a la información y una mejor educación sexual y afectiva; todos ellos reivindicados desde hace años por el movimiento feminista. A pesar de que la misma derecha que nos llama antivida se opone a preparar a nuestros y nuestras jóvenes a mantener relaciones sexuales seguras, libres e inteligentes, es necesario y urgente generar y transmitir un modelo de sexualidad enriquecedora, madura y saludable. Ello no se alcanza preconizando hipócritas abstinencias o silencios, sino garantizando que las decisiones de la gente joven estén basadas cada vez más en la información, la libertad y el respeto mutuo. Es en su férrea defensa de la prevención de embarazos no deseados y, como resultado, de abortos, basada en la transmisión de valores de equidad y autonomía, por lo que el feminismo es provida.

4. En su delirante cruzada contra el derecho de las mujeres a decidir, el ministro Gallardón amenaza con convertir la normativa actual en más restrictiva aún que la del 1985 y se propone suprimir el supuesto de malformación fetal como causa de interrupción voluntaria del embarazo. Lo hace argumentando que todas aquellas personas que han nacido o que “están a punto de nacer” con cualquier tipo de discapacidad deben tener los mismos derechos que el resto de la ciudadanía. Desde el feminismo nos preguntamos cómo las derechas al frente y a la sombra del Gobierno tienen la desfachatez de autoerigirse como heroicas salvadoras de un colectivo social al que niegan la vida digna mediante el recorte y privatización de servicios, programas y otros apoyos a la autonomía restringida. ¿No será que el Partido Popular busca que seamos las familias, y particularmente las mujeres, las que nos responsabilicemos de las personas a las que ellos obligan a nacer pero de las que desentienden desde su primer minuto de vida?. ¿Las mismas familias y mujeres a las que ellos dejan en la estacada mediante su rescate-estafa de la banca y su destrucción del Estado de Bienestar?. Es en su férrea denuncia de la impostura de los que dicen defender los derechos sociales de lunes a jueves mientras los recortan a golpes de decreto justo antes del fin de semana, por lo que el feminismo se erige hoy más que nunca como provida.

5. El Partido Popular no sólo obliga a mujeres a ser madres en contra de su voluntad sino que impide que muchas otras lo sean a pesar de desearlo y sentirse preparadas para ello. Lo hace mediante la defensa de la esterilización forzosa de personas con discapacidades psíquicas a pesar de la oposición de las entidades sociales y las recomendaciones de la ONU. Lo hace, a su vez, recurriendo el matrimonio entre personas del mismo sexo ante el Tribunal Constitucional al considerar la familia heterosexual el entorno natural de los hijos [sic]. Y lo hace impidiendo que las mujeres solas o lesbianas puedan acceder a los servicios públicos de reproducción asistida para conseguir quedarse embarazadas sin la intervención de un hombre. El Gobierno reparte de esta manera carnés de buenas y malas madres; buenas y malas mujeres; y decide quién puede formar una familia y quién no. Gallardón dice que la maternidad hace a las mujeres verdaderamente mujeres, pero olvida aclarar (¡qué descuido el suyo!) que se refiere exclusivamente a aquellas que tengan la opción sexual adecuada, pretendan formar el tipo de familia correcto (nuclear, heterosexual, etc.) o no presenten ningún tipo de discapacidad mental. Sólo el Dios de Rouco sabe lo que podría pasar si permitimos que la infancia se críe entre maricones y bolleras o si garantizamos a las personas con diversidad funcional autonomía en las decisiones que afectan a su cuerpo y su sexualidad. Es finalmente en su empeño de defender los derechos y las libertades de TODAS las personas, así como de hacerlo de lunes a domingo, por lo que el feminismo es provida.

El feminismo es provida porque su razón de ser es la construcción de una sociedad más justa y libre que ponga el bienestar y el bien común en el centro; una sociedad que no condene a sus mujeres más pobres, más jóvenes o más vulnerables a morir desangradas con un aborto clandestino; una sociedad que no aspire a domesticar los cuerpos y la vidas de las personas en compartimentos moralizantes; que eduque a sus jóvenes en los principios del raciocinio, la responsabilidad y la verdad para que sus acciones no tengan impactos negativos en ellas o en terceras personas; que incluya, cuide y respete de manera genuina a aquellas personas con diversidad funcional; que acepte la libertad de todos y todas a decidir sus sentires y sus deseos; que no diga una cosa y luego haga otra.

Sin embargo, nos lleva ventaja la retórica de la derecha, anti-elección y prohibitiva. Queda poco tiempo; nuevos ataques se avecinan. Salgamos a las calles, retomemos posesión de lo nuestro y pasemos a la ofensiva. El feminismo, ahora y siempre, es provida.

Articulo aparecido en Público el 27/09/2013

El feminisme és proVida

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Traducció al castellà aquí

Sandra Ezquerra|eldiario.es La dreta recorre amb freqüència a la mateixa estratègia per neutralitzar les crítiques: en comptes d’interlocutar directament amb les denúncies i exigències plantejades per un col·lectiu, altera el significat de les mateixes oposant-les (falsament) als drets o interessos d’un altre sector, distorsionant o eliminant, d’aquesta manera, la possibilitat d’un debat obert i transparent sobre les reivindicacions plantejades. Divideix i venceràs: és la millor manera d’evadir responsabilitats. Alguns exemples recents són la culpabilització de la ciutadania per “haver viscut per sobre de les seves possibilitats” o la responsabilització, entre d’altres, de la població migrant per les estratosfèriques taxes d’atur o la decreixent disponibilitat de recursos públics. En el cas de les reivindicacions específicament feministes, els avenços dels drets de les dones són presentats com a inherentment antagònics amb altres interessos col·lectius: si la dona s’incorpora al mercat laboral, els fills creixeran sense valors i sense rumb; si les treballadores domèstiques de la llar reivindiquen una millor regulació de la seva feina, les llars de classe mitja veuran violada la seva intimitat o no podran permetre’s comprar els serveis; i si les dones poden decidir lliurement sobre el seu propi cos, milions de fetus i futurs ciutadans seran assassinats.

El principal argument esgrimit pel neoconservadurisme en general, i l’espanyol en particular, en els seus atacs contra la interrupció voluntària de l’embaràs ha estat identificar la seva posició com a “defensora de la vida” i presentar la (irresponsable) llibertat de les dones a decidir com a irreductiblement contrària o, dit d’una altra manera, favorable a la mort. Més recentment, la polèmica està girant entorn a la intenció del Partit Popular de prohibir l’avortament fins i tot en casos de malformacions greus del fetus. S’acusa a les veus defensores de la interrupció lliure d’intentar esborrar del mapa a les persones amb diversitat funcional o intel·lectual, i Alberto Ruiz Gallardon s’erigeix, front la maldat i l’egoisme de les feministes, com el salvador universal de les dones veritablement dones, dels fetus i de les persones amb discapacitats.

Front això, em sembla important que des del feminisme treballem per desmuntar l’apropiació per part de la dreta de la defensa de la vida. Milers de dones moren intentant avortar en la clandestinitat, i les seves vides ens importen. A més, tal i com s’expressa a Hombres y Retrones, “es mucho más difícil para todos que una madre traiga al mundo a un niño “normal” en un poblado chabolista que a un niño Down en un chalet de la Moraleja”. La possibilitat d’una “vida (in)digna” ve condicionada per múltiples factors i, lluny de raure exclusivament en les nostres capacitats funcionals o intel·lectuals, depèn del nostre accés a recursos materials, a habitatge, a atenció sanitària, a una formació de qualitat i, entre molts d’altres, al respecte i reconeixement de la nostra comunitat. Tanmateix, aquells que prometen defensar totes les vides són els mateixos que retallen el minsos ajuts a la dependència, privatitzen l’educació i la sanitat, exclouen a les persones migrades de l’atenció mèdica, retallen els serveis socials, precaritzen el mercat laboral, congelen les pensions i bloquegen la ILP per la dació en pagament. Hipòcritament defensen els fetus a cops de Codi Penal, però una vegada aquests es converteixen en humans se’n desentenen negant-los els drets socials més bàsics. Si tant protegeixen la vida, faran torns amb la dona dedicada únicament i exclusiva a tenir cura de la seva filla paraplègica? Subvencionarà el ministre Wert la seva educació? Ajudarà Rouco Varela a netejar-li el cul? Li farà el sopar Mariano Rajoy? Garantirà Ana Mato que la mare pugui conciliar l’atenció amb una vida pròpia? Prioritzarà el PP l’atenció a les persones front el pagament del deute i el rescat dels bancs?

No defenso l’opció de l’avortament com a necessàriament fàcil, sinó que la reivindico com a imprescindiblement lliure. Ningú millor que una dona embarassada pot saber quina existència i quina dignitat podrà garantir en cas de decidir convertir-se en mare, i és per això que defensar la seva llibertat no és ni més ni menys que defensar la Vida en majúscules: una Vida amb veu i amb autonomia; una Vida d’oportunitats; una Vida amb justícia i igualtat; una Vida digna de ser viscuda.

Article aparegut a Catalunya Plural/ElDiario.es el 21 de maig de 2013

Discursos y prácticas feministas en el movimiento 15-M: avances y asignaturas pendientes

Escribí el siguiente artículo a petición de la Fundación Betiko para el anuario de movimientos sociales de este año. En su web podéis encontrar este texto y muchos otros sobre movimientos y luchas en el Estado español y a nivel internacional.

Introducción

Desde el mes de mayo de 2011 el movimiento 15-M ha involucrado en la práctica política a una enorme cantidad y variedad de personas que hasta hace sólo unos meses habían observado los efectos de la crisis desde la distancia y la desafección. Su verdadera importancia yace, a día de hoy, en su inesperada gestación de una nueva generación de pensadores y pensadoras críticas y activistas mediante la reflexión, el debate y, lo que es más importante, mediante la praxis. El 15-M ha sido artífice en decenas de ciudades del estado español de los baños de masas más diversos, más festivos, más anónimos y más esperanzadores vistos en mucho tiempo. Ha contribuido a generalizar el “sí, se puede” y el “juntas podemos” y, en definitiva, ha ayudado a ampliar el desafío al hasta ahora imperturbable discurso de la inevitabilidad del sistema capitalista, sus recetas neoliberales y sus crisis.

Más allá de su evolución, de sus éxitos y de sus fracasos, no obstante, se realiza aquí una reflexión sobre la experiencia específica de las mujeres en el movimiento y sobre la medida en que éste ha incorporado el discurso y la práctica feminista. En primer lugar, se ubica la emergencia del movimiento en su contexto estructural y socio-histórico y se muestra cómo éste ha estado marcado por el género. En segundo lugar, se examina la medida en que el movimiento 15-M ha contribuido a la evolución de la lucha feminista, tanto el terreno discursivo como el de las prácticas, dinámicas y roles establecidos en su seno desde sus inicios.

Las reflexiones aquí incluidas provienen de la participación de la autora en el 15-M barcelonés pero también de las conversaciones con múltiples activistas feministas provenientes de toda la geografía española, así como de la lectura de relatos y crónicas, tanto individuales como colectivas, sobre su paso por el movimiento desde el 15 de mayo del 2011. De la misma manera que el 15-M ha estado caracterizado por una gran diversidad y heterogeneidad, también lo han estado los feminismos que han aterrizado (o se han desarrollado) en él. A pesar de que las experiencias feministas en el 15-M presentan una gran desigualdad geográfica e incluso temporal, en el presente texto se intentan sintetizar algunas de las que se consideran más relevantes con el objetivo de reflexionar tanto sobre sus dimensiones positivas como sobre las que no lo son tanto, y contribuir así a un aprendizaje colectivo que nos permita seguir caminando hacia una indignación verdaderamente feminista.

Mirando el momento desde el feminismo: ¿de qué crisis estamos hablando?

El lema de la manifestación convocada el domingo 15 de mayo, “No somos mercancías en manos de políticos y banqueros” tuvo el gran mérito de aglutinar en una sola frase los principales detonantes del movimiento 15-M: una merma importante de los derechos sociales y económicos de amplios sectores de la ciudadanía como resultado de la crisis, por un lado, y una creciente desconfianza respecto a una clase política percibida como corrupta e incapaz de sacar al país de la crisis por el otro.

A pesar de que los feminismos en el estado español han realizado una ingente labor durante los últimos años para visibilizar las formas específicas en que la crisis económica y las recientes (contra)reformas afectan a las mujeres[1], este elemento no estuvo inicialmente presente en las denuncias y reivindicaciones del movimiento. El 15-M no ha sido en ningún caso aislado ya que  desde que estalló la crisis numerosos movimientos sociales han pasado de puntillas sobre las dimensiones de género del actual contexto económico. Medios de comunicación de diversa índole han sugerido a su vez, a raíz de la vertiginosa aceleración que en los inicios de la crisis sufrieron las tasas de paro masculino, que una de las particularidades de la crisis es que promete con abolir las desigualdades entre hombres y mujeres en el mercado laboral[2].

Las mujeres, sin embargo, continuamos a día de hoy sufriendo una enorme vulnerabilidad tanto dentro del mercado laboral como fuera de él. Un análisis de la crisis desde una perspectiva de género muestra que, si bien el año 2008 se vio caracterizado por el estallido de la burbuja inmobiliaria y la crisis de la industria, ambos sectores profundamente masculinizados, meses más tarde la contracción de demanda de mano alcanzó también al sector servicios, donde actualmente se ocupa el 88,5% de las mujeres en el estado español. A día de hoy la tasa de paro femenino suma un 22,10% y el masculino un 21,04%. Si se desagregan los datos en términos de procedencia, se ve que los hombres autóctonos presentan la tasa más baja de todas con un 17,20% mientras que el desempleo femenino no comunitario es de un 27,15% y el masculino cercano al 34%. Si se toma en consideración que las mujeres de origen inmigrante se encuentran concentradas en la economía informal, es muy probable que la tasa de desocupación de éstas últimas resulte ser en realidad mucho mayor que la oficialmente registrada.

La aceleración del paro masculino ha provocado que haya más familias que dependan del salario de la mujer y que numerosas mujeres se hayan visto forzadas a incorporarse al mercado laboral. Mientras que la tasa de actividad femenina en el año 2007 era de 48,94%, a finales del 2011 se situaba en un 52,91%. Este incremento, no obstante, no se ha visto acompañado de una redistribución de las responsabilidades domésticas y de cuidado. Todo ello, sumado al aumento de la carga de trabajo doméstico sobre las mujeres como resultado de las estrategias familiares para reducir gastos, ha provocado un aumento de la carga global de trabajo de las mujeres y un reforzamiento de nuestra doble jornada.

Las desigualdades de género siguen siendo una realidad innegable también en el mercado laboral y se manifiestan en altas tasas de temporalidad y jornadas parciales entre las mujeres. También tenemos una mayor presencia que los hombres en la economía sumergida, somos el 57,3% de las personas receptoras de prestaciones no contributivas y únicamente el 37% de las contributivas. Nuestro salario medio es 22% inferior al de los hombres y, por otro lado, el 80% de las personas “inactivas” que no reciben ningún tipo de pensión son mujeres también.

La ausencia de una perspectiva de género ha sido también una constante en las respuestas del gobierno del PSOE a la crisis. La mayor parte de los 11.000 millones de euros inyectados durante el primer año de la crisis mediante el famoso Plan EEE se destinó al sector de la construcción que, en 2008, ocupaba al 16% de los hombres y únicamente al 1,9% de las mujeres. La financiación, además, no incluyó requisito alguno de presencia de mujeres en las contrataciones. Los recortes del gasto público social visibilizados en el famoso Tijeretazo en mayo de 2010, y actualizados constantemente por las políticas de austeridad impuestas desde entonces, están teniendo un gran impacto en las mujeres al estar nosotras concentradas en sectores públicos como la sanidad, la educación y los servicios sociales. Como consecuencia, somos nosotras las principales víctimas de la reducción de salarios y la eliminación de empleos públicos. La vulnerabilidad social y económica de las mujeres, a su vez, nos hace acusar con más fuerza la reducción de ayudas sociales y, ante la desaparición de éstas, somos nosotras las que mediante nuestro trabajo de cuidados no remunerado, las acabamos asumiendo. La Reforma Laboral ha reforzado la dualización de género del mercado de trabajo remunerado y previsiblemente la Reforma de las Pensiones, así como el reforzamiento de su lógica contributiva, afectará negativamente a las mujeres ya que, a raíz de nuestra concentración en la economía informal, jornadas parciales y bajos salarios, así como de la frecuente interrupción de nuestra vida laboral para cuidar de hijos y otras familiares, encontraremos más dificultades a la hora de sumar la cotización exigida para acceder a una pensión de jubilación que pueda considerarse digna. La creciente austeridad resultante de la crisis de la deuda ataca particularmente al estado de bienestar y los servicios públicos, y permite al estado transferir sus obligaciones de protección social de nuevo a las familias (léase mujeres).

Cuando el feminismo se indigna…

Todos los elementos expuestos apuntan a la persistencia, e incluso agudización, de la subordinación de las mujeres en el actual contexto. Esta subordinación, sin embargo, se ha visto silenciada en la mayoría de los relatos económicos sobre la crisis. El 15-M no ha sido una excepción y entre sus lemas no figuró inicialmente referencia alguna a las especificidades de género de la coyuntura económica. Durante las primeras semanas del movimiento conceptos como “feminismo”, “opresión” o “desigualdad de género” no consiguieron generar consenso en numerosas asambleas y se toparon con la resistencia resultante de un gran desconocimiento e incluso cierta aversión hacia el discurso feminista por parte de centenares de personas que lo identificaban con ideas y actitudes divisorias, excesivamente radicales y poco razonables.

En este escenario, ante lo que entendieron como un silenciamiento de las voces de las mujeres y a pesar de algunas acusaciones de separatismo, muchas de las activistas feministas presentes entonces en Plaça Catalunya (Barcelona) se buscaron para crear un espacio de discusión, debate y acción de mujeres, lesbianas y trans: la asamblea de Feministes Indignades. Ésta, lejos de atascarse en las tumultuosas discusiones que caracterizaron a otras comisiones, les permitió avanzar y visibilizar su trabajo y discurso en el resto del movimiento. Durante los primeros días de la acampada Feministes Indignades redactaron un manifiesto de exigencias que fue aclamado por unanimidad en una de las asambleas generales más multitudinarias que vivió el movimiento barcelonés. El manifiesto contenía exigencias feministas para una transformación radical de la sociedad y planteaba respuestas a la crisis desde una mirada inclusiva y consciente de la ubicación específica de las mujeres en el orden económico y social:

“La sociedad capitalista y patriarcal nos oprime […]. Queremos una sociedad en la que el centro sean las personas y no los mercados. Queremos una transformación del modelo (capitalista) de desarrollo económico y social actual hacia uno que esté al servicio de las personas y del planeta. En esta transformación es imprescindible incorporar un enfoque feminista de cara a afrontar las crisis: ecológica, alimentaria, energética, económica, social y del trabajo de cuidado y apostar por procesos sociales de sostenibilidad de un nuevo modelo de ciudad y gestión del territorio […] Exigimos el reparto de los trabajos y la riqueza. Trabajar menos para trabajar todo el mundo. Condiciones laborales y profesionales dignas. Reparto igualitario del trabajo productivo y reproductivo, igual remuneración y reconocimiento por los trabajos entre mujeres y hombres. Y que la riqueza esté al servicio de las clases populares […] Exigimos el reconocimiento de las tareas de cuidado de las personas, los hogares, la vida y su socialización completa”.[3]

El análisis y las propuestas no se realizaron exclusivamente en torno a la crisis sino que también se exigió la participación de las mujeres, lesbianas, transexuales y tránsgenero en la búsqueda de un sistema político participativo y verdaderamente democrático:

“El sistema democrático actual es patriarcal y no nos representa. Queremos organizar la sociedad en espacios de decisión y gestión política horizontales”.[4]

El establecimiento de Feministes Indignades como espacio autónomo cohesionado con una importante legitimidad y en interlocución directa con las asambleas generales ha contribuido a visibilizar y potenciar la perspectiva de género en los discursos y las movilizaciones del 15-M en Catalunya y a exigir el protagonismo de las mujeres en los debates y las acciones. Mientras que por un lado han hecho avanzar su propia agenda en forma de actividades, debates y acciones específicamente feministas, han estado presentes a su vez en los numerosos espacios de coordinación del movimiento haciendo oír su voz y contribuyendo con su experiencia en decisiones y movilizaciones unitarias. En todas estas citas la inconfundible huella del feminismo indignado se ha hecho patente mediante bloques y pancartas propias, acciones simbólicas contra la opresión heteropatriarcal o intervenciones denunciando los efectos perversos de la crisis económica y las políticas de austeridad sobre las mujeres.

… ¿se feminiza la indignación?

La consolidación de un espacio feminista y la visibilización de su trabajo, sin embargo, no han sido posibles en todas las ciudades y pueblos donde ha surgido el 15-M. En lugares como Bilbao, Elche o Burgos se ha llevado a cabo cierta actividad como la concienciación sobre la necesidad de un lenguaje no sexista o la organización de acciones feministas específicas, pero no ha habido una masa crítica importante de mujeres dispuestas a (o capaces de) exportar la mirada de género al conjunto del movimiento de manera sistemática ni de crear espacios de discusión y acción feministas. Un factor importante tras esta incapacidad ha sido, en ciudades como Vigo o Palma de Mallorca, el tratamiento del feminismo por parte de un número importante de sectores del movimiento como una cuestión de poca prioridad e incluso escasa relevancia. En Cádiz, por otro lado, cuando el grupo de trabajo de feminismos llevó a la asamblea general un manifiesto feminista inspirado en los de Madrid y Barcelona y resultado de un rico e interesante debate en su seno[5], tuvo que ver como el manifiesto era rechazado por una “falta de consenso” ante su supuesto carácter excluyente y divisorio. En otros lugares, la confusión, de la que todavía adolece el movimiento, entre consenso y unanimidad provocó que en asambleas de 300 o 400 personas un solo hombre pudiera bloquear la aprobación de propuestas feministas.[6]

Ni siquiera en lugares como Barcelona, Madrid o Santiago de Compostela, donde las comisiones y grupos de trabajo feministas han tenido un peso y proyección importantes, puede afirmarse que éstos hayan conseguido impulsar con éxito una feministización o la transversalización de la perspectiva feminista en el movimiento. Dicha transversalización, de haberse dado, se habría traducido en la incorporación comprehensiva y sistemática por parte del 15-M de las reivindicaciones feministas en su esfera discursiva y en su práctica.

El feminismo en el discurso

Cabe reconocer en este sentido que la presencia del discurso feminista en el 15-M no ha estado exenta de retos. Tal y como las compañeras de Madrid relatan en un dossier que elaboraron,[7] algunos de los límites para la circulación de los feminismos en Sol se manifestaron en la perplejidad y falta de comprensión de muchas de las personas allí presentes, en los insultos cargados de machismo y homofobia e incluso en el hecho de que las primeras asambleas generales no recogieran ni asumieran ninguna cuestión o propuesta feminista. Para muchos y muchas participantes en el movimiento, el feminismo seguía siendo equivalente al machismo, pero al revés.

La (desigual) presencia del discurso de género en el 15-M no ha sido fruto tanto de un aumento significativo de conciencia en su seno como de la constante presencia de activistas enarbolando la bandera del feminismo, lo cual se ha traducido en un ritmo de trabajo insostenible y en una doble militancia por parte de muchas mujeres. Cuando ellas lo introducen parece ser bien recibido, pero si no lo hacen (apenas) nadie más toma la iniciativa. En cierta manera, la presencia discursiva del feminismo en el 15-M sigue dependiendo de la “omnipresencia” física de las militantes feministas para darle voz mediante críticas, acciones, documentos, talleres, intervenciones y elaboraciones específicas. Sin embargo, tal y como expresaban las compañeras de Sol, “queremos que se nos entienda, queremos contagiar”.[8] Una incorporación sostenida y perdurable del feminismo que consiga provocar una generalización de la conciencia de género o una transformación del marco colectivo de un movimiento debe provenir de una intervención sostenible y extendida. Y en el movimiento 15-M, hasta el momento, no ha sido así.

El feminismo en la práctica

Si al movimiento aún le queda un largo camino por recorrer en el terreno discursivo, la esfera de la práctica ha sido también escenario de numerosas dificultades. No hay más que recordar los abucheos de “¡fuera, fuera!” o “la revolución es de todos” lanzados contra las feministas cuando durante los primeros días de la acampada decidieron colgar en Madrid una pancarta en la que se podía leer, “la revolución será feminista o no será”[9]. Un “machoman”, como ellas mismas lo denominaron, mostró su rechazo a la pancarta arrancándola ante miles de personas[10]. Ese episodio dejaba patente que no existía consenso en que el 15-M fuera un punto de convergencia de TODAS, incluida la feminista, las luchas.

Durante los primeros meses de las protestas se realizaron en numerosas ciudades importantes avances en el campo de las prácticas como, por ejemplo, una creciente concienciación del sesgo androcéntrico inherente en el lenguaje. Mientras que por un lado muchas asambleas incorporaban comunicación no verbal para denunciar el uso de vocabulario y expresiones heterosexistas o discriminatorias, por el otro se pudo apreciar un creciente esfuerzo por evitar el uso recurrente del masculino en el lenguaje. Independientemente de las palabras utilizadas, sin embargo, mientras que los equipos de dinamización estaban mayoritariamente compuestos por mujeres que se encargaban de gestionar las metodologías, logísticas y dinámicas colectivas del debate, la mayoría de las intervenciones y propuestas políticas continuaron siendo realizadas por hombres. Éstos también siguieron realizando un uso expansivo del turno de palabra, obteniendo de manera automática la autoridad moral, intelectual o de experiencia y, entre otras cuestiones, mostrando escaso respeto hacia el turno de palabra de mujeres u hombres-no-machos-alfa.[11]

Así, quizás se realizaron avances respecto a algunas de las formas en que se manifiesta el sexismo pero no respecto al fondo. Cabe destacar además que, por ejemplo en Barcelona, nunca se llevó a cabo un debate en profundidad en aras de alcanzar acuerdos sobre un lenguaje no sexista. Esta superficialidad de los cambios se ha traducido, tal y como han expresado algunos hombres del 15-M desde entonces, en un miedo constante por parte de muchas personas a la “censura” por no “hablar políticamente correcto” y también en un gradual regreso al uso generalizado del masculino de manera paralela a la fragmentación y dispersión del movimiento y sus asambleas. Desde el momento en que ha dejado de haber un mínimo de masa crítica dispuesta a señalar el uso de expresiones sexistas y/u homófobas, las prácticas se han relajado de nuevo.

La ausencia de un debate comprehensivo sobre las dimensiones de género del lenguaje ha sido parte de una ausencia mayor en las dinámicas internas del movimiento: el género no ha sido una categoría de análisis central a la hora de distribuir tareas, gestionar relaciones y definir los espacios. Dicho de otro modo, a pesar de que el género es un principio organizador básico de la sociedad humana, así como de sus roles, relaciones y desigualdades, y a pesar de que la cotidianidad de los episodios y agresiones sexistas nos exige tener estrategias para abordarlos,[12] el movimiento 15-M en su conjunto no ha problematizado políticamente el género como eje de división y opresión en su seno. Ello se ha traducido, por ejemplo, en la inexistencia de un protocolo de actuación en situaciones de agresiones sexistas en toda su gama y variedad o en momentos de abuso de poder por parte de los hombres. Un episodio sintomático de ello, entre seguramente muchos otros, fue la incapacidad de un mediador miembro de la comisión de convivencia en Barcelona para reaccionar cuando una mujer componente del equipo de dinamización de asambleas le expresó que había sido víctima de una agresión física por parte de un hombre. Ante la incomodidad que sin lugar a dudas le provocó la situación, el mediador se aferró a la falsa equidistancia que pretende dar igual voz a agresor y agredida y, arguyendo que no podía estar seguro de quién decía la verdad y quién mentía, se lavó las manos y permaneció en silencio. Negaba de esta manera el poder de definición a aquélla y otras mujeres, el cual establece de manera inequívoca, y nada relativista, que existe una agresión desde el mismo momento en que una persona se siente agredida.

Otro episodio relacionado con las dinámicas de género en el movimiento tuvo lugar a inicios de junio cuando la comisión madrileña de feminismos anunció que sus componentes no iban a pernoctar más en Sol como consecuencia de las agresiones sexuales, sexistas y homófobas que habían presenciado y/o sufrido, además de por la invisibilización de estas agresiones y la ausencia de una voluntad colectiva para solucionarlas.[13] Mientras que por un lado numerosos medios de comunicación utilizaron la declaración de la comisión para desprestigiar al 15-M en un momento en que las acampadas entraban en un proceso de reflujo, los esfuerzos de la comisión legal y otras voces del movimiento para negar la existencia de agresiones en términos legales, y minimizar de esta manera las dimensiones de la problemática, mostraban, una vez más, las grandes dificultades de un sector para abordar políticamente la existencia de dinámicas agresivas y abusos de poder por parte de algunos hombres[14]: una problematización del género en ese contexto hubiera mostrado que lo verdaderamente importante no era si las agresiones eran legamente punibles o no, sino más bien el hecho de que había compañeras que afirmaban no sentirse seguras en un espacio supuestamente emancipatorio como era Sol. La incapacidad de abordar políticamente la situación, además, resultó en que, en lugar de proporcionar respuestas colectivas ante la existencia de agresiones sexistas, muchas mujeres tuvieran que optar por soluciones individuales. A efectos prácticos, en lugar de rechazar o expulsar las agresiones o a los agresores de la acampada (en el caso que fueran miembros de ella), lo que se hizo fue excluir a las personas agredidas de facto o en potencia. Curiosamente, por otro lado, mientras que el movimiento no ha dudado a menudo en señalar que “lo legal no es necesariamente justo”[15] como sus numerosas acciones de desobediencia civil demuestran, en el caso que nos ocupa, la noción de la justicia de género se ha visto subordinada al discurso de la legalidad y a la conservación de la imagen pública del  movimiento.

El 15-M no ha desarrollado, de esta manera, herramientas para reconocer la reproducción de la lógica patriarcal en su seno, reflexionar sobre sus manifestaciones concretas y gestionarlas desde una perspectiva feminista. El resultado ha sido que, en episodios como los relatados, la respuesta habitual ha consistido en la invisibilización de la violencia y el silenciamiento de las voces de las mujeres. En ambos casos se ha desaprovechado la oportunidad de realizar un aprendizaje colectivo con el objetivo de reparar daños y evitar que estas situaciones se repitan en el futuro. Tanto la corrección política como la negación se han visto acompañadas de una profunda preocupación, comprensible aunque injustificable, de que la publicitación de estos episodios pudiera estigmatizar al movimiento y debilitarlo. En tanto que espacio de lucha compuesto por mujeres y hombres, el 15-M ha reproducido el error de sus predecesores al temer que el feminismo lo dividiera al denunciar sus contradicciones internas en lugar de apostar por fortalecerse abordándolas y resolviéndolas. O como mínimo dando un paso en esa dirección.

Hacia una indignación verdaderamente feminista

Si bien el movimiento 15-M constituye uno de los fenómenos más inesperados y relevantes de los últimos años en el escenario político español, es importante destacar que se ha caracterizado por ser capaz de aglutinar de manera masiva un descontento hasta el momento subterráneo y no tanto por ofrecer alternativas necesariamente coherentes, comprehensivas y transformadoras al sistema social, político y económico actual. El 15-M no es tanto un movimiento compacto con un análisis definido de las desigualdades existentes y con propuestas concretas para su desaparición como un espacio más bien etéreo y sin fronteras establecidas cuya principal función ha sido hasta el momento proporcionar maneras de expresar y compartir un creciente y generalizado malestar social. Ello no quiere decir que en su seno no se hayan dado tensiones, debate e incluso pugnas para concretar y radicalizar sus discursos  y sus prácticas, pero en todo caso el resultado de todo ello depende de un proceso en el que el movimiento todavía se halla inmerso.

Tras las elecciones generales del 20 de noviembre el panorama político no se prevé nada halagüeño y ya estamos viviendo una profundización de los ataques contra los derechos sociales y los derechos de las mujeres. Habrá que ver cómo responde el movimiento pero, sin duda, después del vertiginoso ritmo de movilización de sus primeros meses de vida, tendrá tiempo de sobras para reflexionar sobre sus prioridades, su organización y su dirección. Mientras que en el texto se ha destacado tanto la gran valía, por un lado, como las innegables limitaciones, por el otro, que el análisis y la práctica feminista han tenido en el seno del 15-M hasta el momento, nada nos permite describir categóricamente el rumbo que éstas tomarán a partir de ahora. Esperemos que como mínimo sea hacia adelante.

No resulta tarea fácil, tal y como la resistencia histórica de numerosos movimientos sociales ilustra, visibilizar, cuestionar y transformar las relaciones de género que definen nuestras sociedades en espacios reivindicativos y de denuncia mixtos. A pesar de algunas agradables excepciones como el grupo de Indignados contra el Machismo de Sol, el feminismo y las feministas continúan encontrándose con enormes resistencias en la actualidad. Lejos de desanimarnos, no obstante, la constatación de las dificultades puede servirnos como recordatorio de que cualquier paso, por pequeño que sea, en la eliminación de las desigualdades que sufrimos es un paso bien dado. Nos puede servir también para recordar que si los millares de personas que acudieron a las plazas a mediados de mayo para hacer política por primera vez en sus vidas han sido capaces en tan poco tiempo de vencer sus miedos y apatía para debatir de manera incansable entre multitudes, impedir que decenas de familias perdieran sus casas, desafiar a numerosas instancias políticas, religiosas y judiciales y, entre otros retos, denunciar la violencia policial, un trabajo constante, crítico y pedagógico por parte de los feminismos puede conseguir que la indignación de toda esta nueva generación de políticos y políticas profanas acabe siendo feminista también. Puede conseguir, en definitiva, que, en lugar de conformarse con poner en evidencia los abusos e injusticias provenientes de las esferas de la economía, la política y las instituciones, los hombres y mujeres que salieron, salen y saldrán a las calles y las plazas, se atrevan a enfrentarse a los que reproducen, sufren e invisibilizan ellos y ellas, nosotros y nosotras, también.


[1] Ezquerra, S. “29S: a les dones també ens sobren els motius”. Públic. 16/9/2010, pág. 5; Ezquerra, S. “Crisis e igualdad”. Público, 19/11/2010, pág. 9; Ezquerra, S. “Rostros ocultos de las pensiones”. Público. 7/2/2011, pág. 5; Gálvez, L. & Torres, J. (2010) Desiguales. Hombres y mujeres en la crisis financiera. Barcelona: Icaria; Harcourt, W. (2009) “El impacto de la crisis en las mujeres de Europa Occidental”. http://www.awid.org/eng/About-AWID/AWID-News/Briefs-The-Impact-of-the-crisis-on-Women; Larrañaga, M. (2009) “Mujeres, tiempos, crisis: Combinaciones variadas”. Revista de Economía Crítica, 8; Otxoa, I. (2009) “Anticapitalismo: algunas razones desde el feminismo”. Viento Sur. 104; Pérez Orozco, A. (2009) “Feminismo anticapitalista, esa Escandalosa Cosa y otros palabros”. Artículo del libro Jornadas Feministas: Granada aquí y ahora. Editado por “Coordinadora estatal de organizaciones feministas”, Madrid, 2010; Sales, L. (2009) Informe de Recerca. Dones en crisi. Barcelona: Institut Català de les Dones.

[2] Se pueden encontrar este tipo de afirmaciones, entre numerosas noticias, en los siguientes artículos de prensa: “Medidas especiales para los parados. El Gobierno llevará propuestas nuevas al diálogo social” (Diario Público, 25/10/2008); Hidalgo, S. & Valmorisco, C. “Los mileuristas son ahora los cabezas de familia” (Diario Público, 27/4/2009); Peirón, F. “Los empleos son para las mujeres” (Diario La Vanguardia, 12/9/2009); Escur, N. “¿Sabe la crisis de sexos?” (Diario La Vanguardia, 12/9/2009); Moreno, J. “El paro sube en 98.906 personas en octubre” (Diario  Público, 3/11/2009); Moreno, J. “El paro sube otro escalón: marzo deja 25.988 desempleados más” (Diario Público, 6/4/2010). El Español no ha sido una excepción y durante los últimos años los medios de comunicación de otros países han afirmado que la recesión económica afecta a las mujeres menos que a los hombres en el mercado laboral (Daily Mail, mayo 2009) y han proclamado no sólo la “Muerte del Macho” (Foreign Policy, septiembre 2009) sino también el “Fin de los Hombres” (The Atlantic, Agosto 2010).

[3] Blog de Feministes Indignades. http://feministesindignades.blogspot.com

[4] Blog de Feministes Indignades. http://feministesindignades.blogspot.com

[5] Wiki del Grupo de Trabajo Feminismos Cádiz 15M. http://comisionfeministacadiz15m.wikispaces.com/

[6] Web de FeminismoSol. http://feminismosol.net

[7] Web de FeminismoSol. http://feminismosol.net

[8] Web de FeminismoSol. http://feminismosol.net

[9] Web de FeminismoSol. http://feminismosol.net; Cervantes, Ll. “¿Y las indignadas? (Libertad de palabra, 22/11/2011)

[10] Web de FeminismoSol. http://feminismosol.net

[11] Web de FeminismoSol. http://feminismosol.net

[12] Fanzine “Torres más grandes hemos visto caer”, p. 17 http://es.scribd.com/doc/44147443/torresmasgrandeshemosvistocaer

[13] En su comunicado explicaron que entendían por agresiones “intimidaciones sexuales, tocamientos, miradas, gestos, desautorización y abusos de poder, insultos y agresiones físicas, contactos sexuales -y no sexuales- no consentidos, actitudes paternalistas”. Web de FeminismoSol. http://feminismosol.net

[14] Europa Press, “Los acampados de Sol aclaran que legalmente no hubo agresión sexual” (La Vanguardia, 3/6/2011)

[15] Éste fue uno de los principales argumentos esgrimidos por el movimiento en Barcelona al anunciar su intención de paralizar el debate presupuestario que se iniciaba el 15 de junio en el Parlament.