– Volteemos Catalunya para transformar España y viceversa

Sandra Ezquerra. Si alguien sigue creyendo a estas alturas que el proceso soberanista catalán equivale a las sibilinamente contradictorias declaraciones a las que Artur Mas nos tiene acostumbrados está profundamente equivocado. El proceso se caracteriza no sólo por su autonomía de las instituciones catalanas sino también por su profunda pluralidad interna. En él conviven convergentes y cuperos; sectores que quieren la independencia porque “Madrid nos roba” y otros para evitar los recortes sociales; catalano-parlantes y lo que no lo son; personas que quieren romper con el Estado español sin cuestionar el modelo socioeconómico en el que vivimos y otras que ven en la actual coyuntura histórica una gran oportunidad para que el debate sobre el futuro político de Catalunya facilite poner sobre la mesa el paradigma económico por el que se rige no sólo Catalunya sino también el Estado español, Europa y el mundo.

Yo me encuentro en este último grupo. A pesar de que cada vez es más impopular decir estas cosas en Catalunya, confieso que hasta hace un par de años no me consideraba independentista. De hecho aún no me considero pero, por lo menos, si ahora tuviera la opción de votar optaría sin ninguna duda por el Sí-Sí. A pesar de eso, digo que no soy independentista porque para mí la independencia de Catalunya en sí misma no tiene gran valor sino que lo tiene como medio para transformar el actual estado de cosas. Trabajo por un proceso constituyente en mi casa no sólo porque estoy convencida que debemos voltearla sino también, y quizás sobre todo, porque creo que el modelo constitucional español del 78 está agotado. Parto de la premisa que tanto Catalunya como el Estado español necesitan ser cambiados de raíz y trabajo con la hipótesis que es imposible voltear ninguno de los dos sin alterar el otro.

En la entrevista realizada ayer por Vilaweb a Íñigo Errejón el miembro de Podemos afirmaba que “la cuestión de Catalunya es una cuestión española” en el sentido que sin abrir el encadenado de la constitución de 1978 y poner sobre la mesa la discusión sobre la articulación territorial y la libertad es muy difícil que unilateralmente alguien pueda ejercer el derecho a decidir. Ello pasa por un cambio en la correlación de fuerzas en el Estado español el cual, entiendo, se encuentra íntimamente relacionado con el espectacular ascenso de Podemos en los últimos meses y sus esperanzadoras expectativas de cara a las próximas elecciones generales.

Si bien estoy de acuerdo con Errejón, me preocupa la unilateralidad en ambas direcciones. Me explico. En lo que se refiere a Catalunya, uno de los principales peligros es la creencia en la posibilidad de avance del proceso soberanista de manera deseablemente autista hacia lo que pase en el resto del Estado español. Los catalanes y las catalanas, según este relato, debemos hacer piña en aquello que nos une (ser catalanas y catalanes) para conseguir la independencia ante el enemigo externo. Es decir: el enemigo está fuera y cualquier intento de señalar problemas internos es tachado de amenaza e incluso traición a la unidad nacional y, por lo tanto, a la causa soberanista. Es éste un discurso que Convergència i Unió ha estado particularmente interesada en fomentar, ya que identifica una única fuente de malestar social (el talante antidemocrático del gobierno español) y enmascara otras cuestiones de gran relevancia como los recortes en derechos y servicios o la priorización de los pagos bancarios por encima del gasto social que el gobierno de Artur mas viene imponiendo sobre la población de Catalunya en los últimos cuatro años.

Existe también una unilateralidad en la dirección contraria: la afirmación más o menos explícita desde la izquierda española de lanzar un proceso constituyente que acabe con el régimen español fruto de los pactos del 78, así como con el corrupto bipartidismo que lo ha caracterizado desde entonces. Esta postura recuerda a la de Errejón en la entrevista en Vilaweb en el sentido que se vería el proceso catalán como subordinado al estatal y negaría el potencial rupturista (en clave nacional pero también democrática) del primero.

Este falso (desde mi punto de vista) dilema tuvo una escenificación la mar de ilustrativa el día de la abdicación de Juan Carlos de Borbón cuando en la concentración en Barcelona se erigían dos almas en rincones opuestos de plaza Catalunya: la que gritaba “independència!” y la que respondía “¡Mañana España será republicana!”. Estas dos almas no sólo no se tocaban, no se miraban, no se escuchaban, sino que además competían entre ellas para marcar el eslogan dominante de la convocatoria.

En medio de este baile estéril, los y las que queremos decidir sobre todo, las y los que creemos en un Sí-Sí transgresor, las que queremos que Catalunya sea una república de y para las mayorías pero también España, las y los que creemos en el derechos del pueblo catalán a vivir en libertad pero en el del resto de pueblos de la península ibérica y del mundo también, consideramos que las dos almas son complementarias y tienen la obligación de trabajar de manera paralela. No nos servirá una alteración en la correlación de fuerzas a escala estatal si ésta no realiza un cuestionamiento del (a menudo invisibilizado) nacionalismo español homogeneizador y antidemocrático, como tampoco nos servirá un proceso soberanista en clave exclusivamente catalana que, lejos de embestir contra la totalidad del edificio podrido del Estado español, se limite a reformar el 3º 2ª o, como diría Arcadi Oliveres, a cambiar la “c” por la “ç”. Igual de fútil sería promover un proceso constituyente catalán mirándonos el ombligo del patriotismo neo-pujoliano como impulsar una Tercera República que repita todos los engaños, concesiones y promesas incumplidas de la Segunda República y la Restauración Borbónica de la Transición sobre el derecho a la autodeterminación de los pueblos. Lo que nos mueve no es la patria sino la justicia. No esperemos a llegar al final del trayecto para recordarlo.

De este modo, y volviendo a las declaraciones del dirigente de Podemos, es cierto que “la cuestión de Catalunya es una cuestión española” pero no lo es menos que “la cuestión de España es una cuestión catalana”. Si de lo que estamos ambiciosamente hablando es de asaltar el poder para transformar nuestra realidad, trabajemos para que los diferentes procesos en marcha converjan para fortalecerse mutuamente,  para multiplicarse, para escucharse, para respetarse. Defender esta postura, apostar por el baile dialéctico de las dos almas, no está, en los tiempos que corren, muy bien visto en ninguna de las dos orilles del Ebro. Sin embargo, resulta imprescindible que ni el Sí-Sí de izquierdas ni la lucha contra la casa española renuncien a ella ya que, como siempre hemos repetido, la lucha por la democracia no se para en las fronteras y el derecho a decidir no ha tenido nunca copyright.

8 comments

  1. “Lo que nos mueve no es la patria sino la justicia.” Y añadiría la defensa de los derechos fundamentales de las personas y de los pueblos. Y el de los pueblos (autodeterminación, cultura, lengua,…) es donde fallan por su ausencia Podemos. Porqué su objetivo es ganar unas elecciones. Pero de defender defienden lo justo, y sino toca, silenciosamente (igual a nada).

    1. Aquí tienes las resoluciones que aprobamos los simpatizantes de Podemos para que sean las prioridades de sus políticas Xavier, http://asambleaciudadana.podemos.info/resoluciones/.
      También quiero que comprendáis que en Cataluña, unos cuantos que tampoco somos independentistas ni nacionalistas, y que tambien queremos cambiarlo todo de abajo a arriba, y que creiamos que no había a quien votar por la irremediable vinculacion de rupturismo con nacionalismo en los partidos políticos, ahora creemos en Podemos, siempre y cuando no se vincule con el proces mas allá de apoyar el derecho a decidirlo todo (también la secesión por supuesto).

      Me ha gustado mucho este artículo y estoy totalmente deacuerdo, y sirve para animarme después de lo leído a Fontana y a Delgado últimamente. Un saludo.

      1. Hola Mentol, gracias por tu comentario! Una de las cosas que queria transmitir con mi articulo y q no sé si he conseguido, és q se puede estar a favor del si si sin ser independentista ni nacionalismo. Yo personalmente preferiria que el primer tema en la agenda politica catalana no fuera el nacional, pero lo es, y si quiero hacer politica que tenga incidencia en un momento y contexto determinados tengo que interlocutar con lo que está pasando a mi alrededor, posicionarme y tomar decisiones. Y en estos momentos pienso que el SiSi tiene potencial de ruptura y de poner las cosas patas arriba y el No, no. Un abrazo!

      2. El problema de fondo que es el nacionalismo español que choca con el resto de nacionalismos que hay en el marco del estado constitucional español actual. Tal como está organizado y funcionando oprime a los pueblos sin estado (o la organización política que pudieran decidir) que están en territorio español. No se tiene que tener miedo a romper esta España. Las partes para poder establecer unas relaciones comunes genuinas y auténticas tienen que ser libres. Poder decidir en libertad, no dentro de un marco heredado del pasado, de las guerras, imposiciones y olvido del pasado. Siempre me he considerado cercano al internacionalismo. Pero ahora defiendo el nacionalismo catalán (y el resto de nacionalismos que luchan para hacer escuchar su voz) como herramienta cohesionadora para conseguir esta ruptura y libertad. Siempre entendiendo el nacionalismo desde el punto de vista de una democracia radical. Algo que no veo en Podemos. Más bién al contrario… Querer mantener el marco del estado español y reformarlo desde dentro… Esto crea unas grandes contradicciones y evidentemente unos grandes silencios… No cabe decir que bienvenido sea Podemos, pero que sean valientes y consecuentes hasta las últimas consecuencias. Porqué lo que queremos todos, al fin y al cabo, es la transformación social. Y sin eso, las estrategias electoralistas no sirven de nada.

      3. Estoy de acuerdo contigo, Xavier. Sólo haré un matiz: para mi el nacionalismo catalán (que no el soberanismo ni el independentismo catalán) también forma parte del problema de fondo. Ahí el reto de la izquierda soberanista rupturista: como avanzar nuestras posiciones sin hacerle el juego a ninguno de los dos nacionalismos. Creo que Podemos no tiene respuesta a ese dilema, pero creo que nosotr@s, las izquierdas por el sisi tampoco. La diferencia es que creo q nosotr@s estamos trabajando en ello y no estoy tan segura, con todo el cariño, sobre Podemos…

    2. Podemos tendrá que ver como aborda el desfase actualmente existente entre la politica catalana y la española. Incluso los desfases en el seno de la politica catalana. Será interesante y determinante cómo lo acaba haciéndolo. La partida está abierta.

      1. No lo he dicho en ningún momento, pero coincido en un 99’9% en lo que has expresado en tu post. Gracias por escribirlo! Insisto, solo decir que se tiene que encontrar un futuro marco político de diálogo común, desde la libertad de todos los actores, para poder ir paralelos en la lucha. Primero el marco español actual tiene que romperse de alguna manera para poder debilitar a los garantes del sistema. Después la converjencia. Por lo tanto, creo que el punto de unión y converjencia actual pasa por la defensa de la ruptura del estado español. Y esto Podemos no lo defiende. Saludos.

  2. Disculpa, pero soy poco ortodoxo con los conceptos… Des de mi punto de vista la izquierda rupturista soberanista catalana también en cierta medida es nacionalista. El concepto nacionalista es amplio y a mi me genera muchas dudas ver los límites (reconozco que en estas cosas de conceptos tengo mis limitaciones…). Defender unos derechos colectivos y una democracia radical desde el punto de vista de las clases populares en el marco de Cataluña y más globalmente de los Països Catalans, es a mi entender una forma de ser nacionalista (puedo estar equivocado). Podemos, por lo tanto desde mi punto de vista poco ortodoxo, es nacionalista español (porqué no cuestiona el marco político español actual). Puedo entender que es una decisión electoralista. Pero esto a mi entender genera muchas dudas y también un potencial engaño. Creo que necesitamos romper la idea política de España y defender la idea política de la libertad a decidir democráticamente de los pueblos y colectivos que habitan en el territorio del estado español. Ganar unas elecciones sin poner todas las cartas sobre la mesa es pura demoscopia y un fraude en potencia. No creo que sea cuestión de fases. Aunque las hay seguro.

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