anticapitalisme

Sweet pride of having had Joan Acker in our lives

joan acker IIIToday I learned that our dear Joan Acker died this past June. I knew it through an Email from another dear feminist from Oregon, Kari Norgaard. I left Eugene in August 2008 and I have not been back since then. That was the last time I saw Joan: during my PhD Dissertation defense and the celebration party that Lara, Linda, and Joan, among others, organized for me after the defense.

I have not talked much to any of my friends and colleagues from Oregon since I moved back to Barcelona. However, I have thought quite a bit about many of them. I have also wondered often about Joan. Her dedication, support, and inspiration were undoubtedly some of the main gifts I took with me when I headed back home. Free from all the pressures, burdens and overwork that the younger feminist professors had to put up with, during the years I was in Oregon (2001-2008) Joan had among her priorities to spend time with the upcoming generations of feminist researchers: discussing with us, advising us, encouraging us, empowering us. She would come to spend time with us in our wonderful and historic SSFN retreats at the Oregonian coast to talk and practice feminism; she would have us in her home discussing books, authors, articles; she would tell jokes that made our experience of young feminist scholars a little bit less lonely; she would also make voracious criticisms to the university hierarchies whenever she felt she had to.

Joan was a pioneer but, far from being content with that, she made sure she spent her whole life helping younger women to start new paths and to walk the old ones in good company. Joan was struggle, she was compassion, she was camaraderie.

When I learned about her death this morning I told my partner, Jordi, that I felt sad for not having been more in touch with Joan during these eight years. He replied that my way of keeping in touch with her may have been feeling her intellectual and political heiress, inspiring my scholarly work and my activism in hers. I think Jordi is right. Joan’s guidance, mentorship, and friendship is one of the precious gifts I will always treasure from my time in Oregon. In exchange, our gift to her and to her memory should be the continuation of our uncompromising feminist struggle, our stubborn choice to keep pushing toward social chance, and our sweet pride of having had her in our lives.

To learn more about Joan’s life and work click here and here and here

Nosotras también podemos perder la paciencia

Tere Nosotras Tambien Podemos Perder la Paciencia

Sandra Ezquerra | Catalunya Plural/eldiario.es  Siento gran fascinación por la relación que históricamente se ha dado entre la izquierda y/o el movimiento obrero y el feminismo. Autoras como Heidi Hartmann o Cinzia Arruzza la han caracterizado como una extraña combinación entre matrimonios y divorcios; entre encuentros y desencuentros; como uno de aquellos amores que matan o, como mínimo, hacen sufrir.

Nos hace sufrir, claro está, a las feministas comprometidas con la izquierda, ya que hemos tenido (y tenemos) que enfrentarnos de modo más frecuente del que nos gustaría o bien a una teorización explícita de que “las cosas de mujeres” son secundarias a reivindicaciones sociales “más amplias” o bien a nuestra políticamente correcta y superficial inclusión en los espacios políticos y de movilización social. Hemos realizado avances, no hay duda. Pero no hay duda tampoco de que el feminismo no es eso. Podemos y debemos aspirar a mucho más.

Nos encontramos en un momento importante. Los ataques de la derecha neofranquista contra las libertades de las mujeres amenazan, por un lado, con eliminar avances en igualdad de género que habíamos batallado durante décadas aunque, por el otro, la ponen en evidencia ante la sociedad, el mundo y sus propias filas al constatarse el escaso apoyo ciudadano con el que cuentan. Presenciamos, a su vez, la aparición de propuestas políticas como la CUP-Alternativa d’Esquerres y el Procés Constituent en Catalunya, cuyo leitmotiv es construir maneras alternativas de pensar y hacer política; que cuentan entre sus filas con mujeres llenas de fuerza, inspiración y capacidad para remover las aguas estancadas de la política institucional y situar las reivindicaciones feministas en el centro del debate. A escala estatal, por otro lado, hemos visto surgir recientemente a Podemos, cuyo objetivo primordial a corto plazo ha sido el lanzamiento de una candidatura unitaria a las elecciones al Parlamento Europeo en clave de ruptura con el régimen institucional actual y presentando como uno de sus ejes principales la defensa del derecho de las mujeres a decidir libremente sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas. Dicho esto, tal y como escribí hace semanas en otro espacio, una de las principales debilidades de Podemos en sus inicios ha sido el marcado talante masculino de sus caras visibles que, si bien capaces e inspiradoras, no me transmiten, como feminista, la habilidad, el deseo o la capacidad de representar mi lucha y apropiarse de ella para extenderla, para airearla con orgullo, para comprenderla en aras de hacerla más fuerte.

En las últimas semanas, sin embargo, iniciadas ya unas elecciones primarias que, por motivos que escapan a este artículo no me acaban de convencer, vemos aparecer a una mujer, Teresa Rodríguez, quién, a mi parecer, hace saltar el tablero de Podemos y de cualquier práctica política que yo haya conocido hasta ahora. Conozco a Teresa desde hace años. Hemos compartido ideas, debates, manifestaciones y discrepancias. No obstante, recientemente la veo de nuevo, casi por primera vez. Gaditana, profesora de secundaria y sindicalista, Teresa no espera a que le dejen espacio sino que lo ocupa y lo hace suyo. Feminista, ecologista, inagotable disidente de la Europa fortaleza y de los mercaderes; obstinada defensora del derecho del pueblo catalán a decidir su modelo de Estado y su futuro, Teresa representa para mí un lamentablemente raro espécimen de integridad: sin esconder ases en la manga, incapaz de cálculos electorales, llena de fuerza y a su vez profundamente tierna: capaz de emocionarnos, de hacernos creer que otra política y otro mundo son posibles, y que podemos contar con ella de manera incondicional para construirlos.

Teresa no sólo apuesta por hacer políticas en beneficio del 99% sino sobre todo por otra manera de hacer política: con un pie en las instituciones y mil en las calles. Nos enseña, nos lanza un guiño, nos recuerda a las mujeres, a las feministas, que Podemos perder la paciencia y dar un golpe sobre la mesa; que Podemos tomar lo que es nuestro sin esperar a que nos den permiso; que nuestras reivindicaciones son innegociables y nuestros principios también. Huye de los personalismos, incluido el suyo y, muy a su pesar, eso la hace aún más irresistible. Pocos días atrás exclamaba ante centenares de personas que el problema no es que el poder corrompa sino que los y las incorruptibles aún no lo han tomado para transformarlo. Así es Teresa: humilde, leal, poderosa y real. Muy real. Con capacidad de inspirar a las personas a encontrar y creer en lo mejor de ellas mismas; de soñar con nuevos principios. Una de las nuestras. De las feministas también. Convencida que esta vez nuestra lucha no se puede quedar a medias. Férrea desobediente de los recortes sociales y democráticos. Lo que ves es lo que hay y lo que hay te llena de esperanza. Demasiado honesta para aspirar a representarnos pero demasiado ella como para no hacerlo, Teresa nos insta a perder la paciencia y escribir con ella nuevas recetas en las que seamos, esta vez sí, nosotras las protagonistas.

Artículo publicado en Catalunya Plural/eldiario.es el 29 de marzo de 2014

Traducción al catalán aquí

Moviendo ficha para hacer saltar el tablero

Tere Presentacion Podemos

Sandra Ezquerra|Público Ya lo dijo Tere Rodríguez en la presentación de Podemos en Madrid, “hay que mover ficha pero también hay que mover el tablero sobre el que nos quieren hacer jugar y disputarles a los poderosos no sólo las calles, espacio donde se sienten incómodos, sino también los espacios donde están apoltronados y donde son fuertes: las instituciones”. Introducía de esta manera la maestra y sindicalista andaluza la que constituye, desde mi punto de vista, la principal razón de ser de la iniciativa que acaba de nacer: aglutinar de manera simultánea descontento e ilusión por un cambio real en aras de asaltar la política institucional de forma complementaria a nuestra presencia en las plazas, en los centros de estudios, en los centros de trabajo y en nuestro quehacer cotidiano en los movimientos sociales.

No han sido pocas las llamadas que en los últimos años se han realizado para congregar a la izquierda como trampolín para hacer política de otra manera y al servicio de los intereses de las mayorías. Estos emplazamientos han tendido a sufrir (o elegir) dos destinos. O bien no han pasado de constituir poco más que iniciativas propagandísticas incapaces de llegar más allá de los usuales círculos militantes o bien han conseguido reunir cierta masa crítica a costa de diluir la radicalidad de su discurso y/o acabar haciendo lo que en su programa electoral juraban que nunca harían: aceptar la austeridad como mal menor y dejarse arrastrar por unas lógicas, criterios e intereses ajenos al día a día de la mayoría de la ciudadanía.

El camino iniciado por Podemos contiene un enorme potencial para evitar tanto la marginalidad como la edulcoración. Sin embargo, no se encuentra completamente  exento de ninguno de los dos riesgos y habrá que ver hasta qué punto consigue constituirse en una propuesta realmente diferente en el panorama de la izquierda estatal. De su capacidad de devenir novedad dependerá su éxito ya que, al fin y al cabo, frente al dilema entre el original y una copia la gente suele decantarse por el primero. Es por todo ello que lanzo en las siguientes líneas una reflexión sobre algunos de los elementos imprescindibles que Podemos debe tener en cuenta si realmente quiere ser pionera en hacer política desde lares no comunes y lógicas innovadoras.

En primer lugar, resulta necesario y urgente un posicionamiento de la izquierda estatal ante el proceso soberanista en Catalunya; posicionamiento alérgico a toda tibieza o ambigüedad y en defensa del derecho a decidir y la celebración de la consulta por la independencia. Poco moverá Podemos en Catalunya si no está dispuesto a abordar de manera valiente el escenario político y social que vivimos en estos momentos o si se convierte en un proyecto diseñado y desplegado exclusivamente por y para Madrid. No han sido pocos los argumentos de la vieja izquierda española contra el derecho a la autodeterminación del pueblo de Catalunya en base a la dominante raíz transversal, y a menudo conservadora, del proceso catalán. Es importante, sin embargo, no perder de vista que el derecho a decidir a todos los niveles constituye (o debería hacerlo) un patrimonio democrático fundamental. Resulta preciso a su vez visibilizar que existe un amplio espectro de la izquierda catalana defendiendo en la actualidad no sólo la celebración de la consulta sino también la respuesta afirmativa a la doble pregunta. Lejos de pretender hacerle el juego a la derecha del Principado, esta izquierda busca en el actual contexto no sólo defender el derecho colectivo a pronunciarse sobre un destino también colectivo sino identificar a su vez grietas desde las que cuestionar y desequilibrar el régimen del 78 y la dictadura de los poderes financieros. Es por ello que resulta imprescindible que una nueva izquierda a escala estatal asuma el papel de contribuir a la relación de fuerzas en pos de una República Catalana al servicio de las mayorías y, lejos de simplificar el asunto como exclusivamente burgués, apoye los intentos de impulsar un proceso constituyente en territorio catalán que pueda a su vez generar y ampliar grietas en el resto del Estado. Lo que está en juego en estos momentos en Catalunya no es sólo el futuro de los y las catalanas: también lo está el destino del ordenamiento monárquico de la mal llamada Transición. Los y las catalanas trabajando por una República Catalana del 99% que nada tiene que ver con Mas, Duran ni Junqueras, necesitamos que las izquierdas de más allá del Ebro se hagan eco de nuestra apuesta apoyándola de manera incondicional.

En segundo lugar, frente a desidias históricas, Podemos debe poner en el centro de sus reivindicaciones el derecho de las mujeres a decidir sobre nuestro propio cuerpo y nuestras propias vidas. Aquí el derecho a la autodeterminación deviene también crucial. Este eje se encuentra presente en uno de los puntos del manifiesto pero se deberá profundizar en el rechazo al virulento ataque de la derecha contra las libertades de las mujeres, así como su intento de fortalecer la tutela de nuestros destinos y voluntades. La respuesta no puede reducirse a un mero apéndice de la iniciativa o un punto programático políticamente correcto, sino que debe de ser una batalla prioritaria que refleje no sólo la condena del nauseabundo odor proveniente de los rincones del Ministerio de Justicia y de la misma Moncloa, sino que las mujeres, nuestros derechos y nuestras propuestas constituyen un elemento sin el que resulta imposible construir la izquierda del siglo XXI. Y es que no está en juego únicamente la libertad sobre nuestros propios cuerpos sino, desde el reconocimiento de que el contrato social que tanto parece reivindicar Podemos fue siempre también sexual y racial, reconocer de una vez por todas que el feminismo contiene propuestas y alternativas capaces de poner patas arriba un modelo basado en la competitividad y el espolio y que, si bien resulta imprescindible reivindicar y defender “lo público” frente a los ataques que éste sufre desde hace años, es obligado denunciar con la misma intensidad las múltiples maneras en que el Estado de Bienestar ha producido y reproducido históricamente desigualdades entre hombres y mujeres; entre autóctonos y extranjeros; entre ciudadanos de primera y ciudadanas de segunda.  Podemos no sólo debe enarbolar esta bandera con valentía sino que a su vez ha de ser un espacio donde las mujeres sean protagonistas y no invitadas; donde sean voz y no tema de conversación.

En tercer lugar, Podemos deberá comprender, y hacer comprender, que el debate en torno a la democratización de la política no yace en el falso binomio de listas abiertas o cerradas, sino en una reinvención de los mecanismos de participación colectiva y de la práctica cotidiana para cambiar las cosas. No hay que ser profesor de ciencias políticas para comprender que en unas primarias no suele ganar necesariamente la persona más honesta o la más capaz sino la que más sale por la tele. Todo el mundo lo sabe. Pablo Iglesias lo sabe. Y con esto no pretendo menoscabar el uso estratégico que debemos hacer de los medios de comunicación de masas como altavoz de propuestas normalmente silenciadas, ni tan siquiera dudo que Pablo Iglesias puede hacer una excelente labor como cara visible de la iniciativa: a diferencia de muchas personas, no tengo ningún problema en ser representada para algunas cosas. Sin embargo, si realmente queremos cambiar la manera de hacer política no podemos ahorrar en honestidad, ni en valentía ni en ambición. Podemos debe tener muchas caras visibles, muchas voces, muchos registros, muchas almas. Ésta está siendo la principal fortaleza de iniciativas como el Procés Constituent en Catalunya, basado en construir la unidad desde la pluralidad. Ello pasa por renunciar a la política entendida como cortijo exclusivo de unos pocos (sean éstos abogados, banqueros, intelectuales o registradores de la propiedad), o como una suma de siglas inamovibles, y convertirla en una práctica profana colectiva y cotidiana, fiel reflejo de lo que se mueve en las calles, en las escuelas, en los lugares de trabajo, en las cocinas, en los hospitales, en los dormitorios. La principal razón de ser de Podemos debe ser el empoderamiento colectivo, porque una vez eso se pone en marcha la Política en mayúsculas deviene imparable y el cambio irreversible. Sin miedo a equivocarse ni tampoco a subsanar errores; sin miedo a examinarnos ni tampoco a corregirnos. Como diría Teresa Forcades, la gracia de hacer la revolución es estar dispuestos a volverla a hacer. Ser mayoría sin dar pasos atrás y asegurarnos de que nadie que realmente quiera sumar se queda por el camino. Y así sucesivamente hasta volver a empezar.

Artículo publicado en Público.es el 8 de febrero de 2014

Moro‏

Clara Serrano. Se ha ido Moro, compañero de militancia, maestro y ser querido. Era una de las personas que más admiración me han despertado en mi vida. Moro infundía respeto, pero desde el lugar tan poco frecuentado de la humildad. Nunca daba lecciones a nadie, y sin embargo, cuánto hemos aprendido tod@s de él. Era una especie de punto medio entre la firmeza y la ternura. Recuerdo la alegría que daba encontrárselo en alguna asamblea o por Lavapiés, porque seguía vivo. A pesar de que la enfermedad iba avanzando, su inolvidable voz siempre se mantuvo viva y firme, igual que sus ideas.Daba igual cuando hablara, en qué contexto, y ante quién. Siempre lo hacía desprendiendo claridad, gracias a su esfuerzo por hacerse entender. Jamás hablaba para demostrar lo que sabía, sino que hablaba para los demás. Era generoso, incondicionalmente generoso. Recuerdo una frase que dijo una vez, y que se me quedó grabada para siempre: l@s revolucionari@s no podemos mostrarnos ante la gente como una especie de superhéroes morales, como personas ejemplares que se encuentran por encima del resto, porque no lo estamos. Debemos mostrarnos como somos, como gente normal y humilde pero comprometida con la transformación del mundo para hacer que sea un lugar más justo. Así veía yo a Moro, como un tío normal, pero con una luz especial, admirable por su compromiso político y militante. Es una suerte para el mundo que existan personas como él, y una suerte infinita haberlo conocido. Me gustaría dedicarle esta canción de Nina Simone que lleva todo el día sonando en mi cabeza. Una vez le oí decir que era su canción preferida, y desde entonces, muchas veces cuando la escucho me viene su recuerdo. Que siga siendo así. Te debemos mucho, Moro. Gracias y besos.